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Comentario al evangelio de hoy viernes 31 de agosto de 2018

Del santo Evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos es semejante a aquellas diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño y todas se durmieron.

A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’. Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquellas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando tenía 8 años quería quedarme despierto, toda una noche, para poder ver el amanecer, nunca lo había hecho antes. Mi prima, al verme con mucho sueño, me comentó que me iba a ayudar y que si me dormía me iba a despertar para que viera el amanecer. Pero yo le dije que podía solo.¿Qué pasó? Me quedé dormido y no vi el amanecer. En el Evangelio de hoy vemos algo parecido, todas las vírgenes se quedaron dormidas, pero las cinco vírgenes que no fueron prudentes se quedaron sin ver al Señor; las prudentes, por llevar más aceite, pudieron, con gozo, ver y estar con el Señor.

Así como yo no pude ver el amanecer, porque lo que más me importaba era poder decir que había estado despierto toda la noche y no el amanecer en sí , no supe ver qué era lo más importante; no pude ver que el amanecer era lo que yo tanto deseaba ver. En el caso de las vírgenes prudentes estaban tan deseosas de ver a su Señor que llevaron aceite de más; no que las otras no querían verlo, sino que confiaban en sí mismas, confiaban en sus cálculos, confiaban que, con lo que tenían, podían ver a su Señor, podían ver el amanecer.

Si realmente queremos ver el amanecer en nuestras vidas, si realmente queremos ver y estar con gozo con el Esposo, debemos saber elegir lo que es importante para realizarlo; que no son nuestras fuerzas, que no son nuestros cálculos, sino la gracia de Dios que nos ilumina para seguir adelante en la noche ¡No dejemos que se nos acabe la luz ! ¡No nos quedemos dormidos por creer que podemos solos! Esperemos el amanecer sin creer que llegaremos solos, esperemos al Esposo sin saber si la luz nos alcanzará y recemos al Señor nuestro Dios que nos dé el suficiente aceite para encontrarnos con Él.

Velar no significa solamente no dormir, sino estar preparados; de hecho, todas las vírgenes se duermen antes de que llegue el novio, pero al despertarse algunas están listas y otras no. Aquí está, por lo tanto, el significado de ser sabios y prudentes: se trata de no esperar al último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino de hacerlo ya ahora. Sería hermoso pensar un poco: un día será el último. Si fuera hoy, ¿cómo estoy preparado, preparada? Debo hacer esto y esto… prepararse como si fuera el último día: esto hace bien. La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe.
(Homilía de S.S. Francisco, 12 de noviembre de 2017).

 

Fuente :  http://es.catholic.net/op/articulos/70813/el-amanecer-de-nuestras-vidas.html#modal