Homilía para la Eucaristía del domingo 19 de agosto de 2018.
Feliz el que tiene hambre de la Sabiduría de Dios.
DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO.
Proverbios 9,1-6: la Sabiduría personificada prepara e invita a un banquete, cuyo alimento es la instrucción, el camino de la inteligencia. El festín significa los bienes mesiánicos. Los invitados son los faltos de entendimiento.
Juan 6,51-59: culminación del discurso del Pan de vida. Jesús, Sabiduría del Padre, se da a conocer como el Pan vivo. Alimento que es dado para la vida del mundo. Y esto trae sus efectos.
1.- Hace ya un par de domingos que venimos escuchando que Jesús es Pan de vida. Hoy el texto sugiere que Él es el Pan vivo, lo que significa que hay que admitirlo, comerlo a Él. También muestra el texto cuándo comienza Jesús a ser este Pan de vida; dice: “el Pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Aquí se debe sobreentender “dada”, “entregada”. Esto está indicando la hora de su muerte; allí Él entregó su vida para darnos vida. Y en este sentido Lucas y Pablo, cuando nos hablan de la Cena, nos dicen que Jesús pronunció estas palabras: “Esto es mi Cuerpo que se entrega por ustedes”. Y se entregó a favor del mundo. Entrega que llega hasta la efusión de su propia sangre. O sea, no sólo nos dice el texto que Jesús es alimento para el que cree en Él, sino también es una ofrenda, un sacrificio para la vida del mundo. Bien le entendieron los judíos, por eso se escandalizaron. Pero el Señor vuelve a insistir: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes”. Jesús es el Pan verdadero ya como Palabra de Dios, ya como víctima ofrecida en sacrificio. Y se habla de “carne”, lo que sugiere la relación que hay entre la Eucaristía y la Encarnación: el hombre se alimenta del Verbo hecho carne.
2.- Pero esto no es todo. Quedando bien claro lo anterior, el texto pasa a mostrar los efectos del comer el Cuerpo de Cristo.
Lo primero: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”. Es decir, participa de los bienes mesiánicos que Jesús nos trae. Es decir, nos proporciona una vida en plenitud., una vida que comienza en el bautismo, pero que culmina en la resurrección: “y Yo lo resucitaré en el último día”.
Lo segundo: “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él”. Existe una íntima comunión de vida, como la del feto con su madre. Es una unión íntima, por eso hablamos de comunión., hacer la comunión con el Señor.
Lo tercero: y esta comunión de vida es con la misma vida que Cristo, el Hijo, recibe del Padre; es vida divina, es comunión de vida con Dios mismo. De modo que vivimos del Padre, de la vida que Él nos da.
3.- Esto quiere el Señor para con nosotros. Pero los intereses del hombre van por otro lado. El ser humano se emancipa de Dios, no quiere depender de Dios, sino vivir su propia vida, con total autonomía. Por eso corta con Dios. Y es una tendencia cada vez más generalizada. El hombre cree no necesitar de Dios. Pero al cortar con el Señor queda como al garete, no sabe lo que quiere. Al romper la comunión con Dios no está aceptando la oferta: participar del banquete. No quiere tener, ser alimentado por la Sabiduría de Dios, por es que se nos impone una sabiduría humana, carnal, de vida mezquina. El hombre de hoy tiene muchos conocimientos, pero muy poca o nula Sabiduría. Por eso cae en aberraciones: proclamar como un derecho humano el aborto, la eutanasia. Todavía hiere a la humanidad como un tremendo mal el genocidio. Pero al paso que vamos, se justificará y legitimará en algunos casos el genocidio. Falta absoluta de Sabiduría.
4.- Hoy la Sabiduría de Dios, la “Santa Sofía”, que es Cristo, prepara un banquete, un festín. Festín que no es para los sabios de este mundo, sino para los incautos y faltos de entendimiento. Ya Jesús lo dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. (Lucas 10,21).
Por eso estamos aquí. Porque nos sentimos débiles, incautos, pequeños. A nosotros se nos da este alimento divino, a nosotros se nos regala este alimento para que así también nosotros podamos tener vida plena. Dejémonos cautivar por el Señor. No seamos de los que caen en una falsa humildad y se apartan del Señor. No caigamos en la rutina de comulgar por comulgar. “Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa” (1Corintios 11,28).
Hermano Pastor Salvo Beas.