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EDD. sábado 04 de agosto de 2018.

Sábado de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
San Juan María Vianney, presbítero
Memoria obligatoria 
Color: blanco

Juan-María Vianney, el “Cura de Ars” (1786-1859), es el modelo típico del pastor de almas, dedicado al anuncio de la Palabra de Dios y al ministerio de la reconciliación, a la oración y a la penitencia. El amor, que en ciertos momentos transfiguraba su rostro, tenía su fuente en la Eucaristía, de la cual era, al mismo tiempo, el celebrante ferviente y el adorador fiel.

Antífona de entrada            Cf. Lc 4, 18

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres y a sanar a los que se arrepienten de corazón.

ORACIÓN COLECTA

Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable al presbítero san Juan María por su entrega pastoral, concédenos, a ejemplo suyo y con su intercesión, que procuremos, con la caridad, llevar hacia Cristo a los hermanos y alcanzar junto con ellos la gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Verdaderamente el Señor me ha enviado a ustedes, para decirles todas estas palabras.

Lectura del libro de Jeremías    26, 11-15. 24

Los sacerdotes y los profetas dijeron a los jefes y a todo el pueblo: “Jeremías es reo de muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos”.

Pero Jeremías dijo a los jefes y a todo el pueblo: “El Señor es el que me envió a profetizar contra esta Casa y contra esta ciudad todas las palabras que ustedes han oído. Y ahora, enmienden su conducta y sus acciones, y escuchen la voz del Señor, su Dios, y el Señor se arrepentirá del mal con que los ha amenazado. En cuanto a mí, hagan conmigo lo que les parezca bueno y justo. Pero sepan que si ustedes me hacen morir, arrojan sangre inocente sobre ustedes mismos, sobre esta ciudad y sobre sus habitantes. Porque verdaderamente el Señor me ha enviado a ustedes para decirles todas estas palabras”.

Ajicám, hijo de Safán, protegió a Jeremías e impidió que fuera entregado en manos del pueblo para ser ejecutado.

SALMO RESPONSORIAL   68, 15-16. 30-31. 33-34

R/. ¡Respóndeme, Dios mío, por tu gran amor!

Sácame del lodo para que no me hunda, líbrame de los que me odian y de las aguas profundas; que no me arrastre la corriente, que no me trague el Abismo, que el Pozo no se cierre sobre mí.

Yo soy un pobre desdichado, Dios mío, que tu ayuda me proteja: así alabaré con cantos el nombre de Dios, y proclamaré su grandeza dando gracias.

Que lo vean los humildes y se alegren, que vivan los que buscan al Señor: porque el Señor escucha a los pobres y no desprecia a sus cautivos.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Mt 5, 10

Aleluya.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.

EVANGELIO

Herodes mandó decapitar a Juan, y sus discípulos fueron a informar a Jesús.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    14,1-12

La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: “Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos”.

Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla”. Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta.

El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, su hija, también llamada Herodías, bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera.

Instigada por su madre, ella dijo: “Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y ésta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús.

 

Fuente  :  http://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2018-08-04

Catecismo de la Iglesia Católica .

Dar testimonio de la verdad

2471 Ante Pilato, Cristo proclama que había “venido al mundo para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). El cristiano no debe “avergonzarse de dar testimonio del Señor” (2 Tm 1, 8). En las situaciones que exigen dar testimonio de la fe, el cristiano debe profesarla sin ambigüedad, a ejemplo de san Pablo ante sus jueces. Debe guardar una “conciencia limpia ante Dios y ante los hombres” (Hch 24, 16).

2472 El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia, los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer la verdad (cf Mt 18, 16):

«Todos […] los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra al hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo y la fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación» (AG 11).

2473 El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. “Dejadme ser pasto de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos, 4, 1).

2474 Con el más exquisito cuidado, la Iglesia ha recogido los recuerdos de quienes llegaron hasta el extremo para dar testimonio de su fe. Son las actas de los Mártires, que constituyen los archivos de la Verdad escritos con letras de sangre:

«No me servirá nada de los atractivos del mundo ni de los reinos de este siglo. Es mejor para mí morir en Cristo Jesús que reinar hasta los confines de la tierra. Es a Él a quien busco, a quien murió por nosotros. A Él quiero, al que resucitó por nosotros. Mi nacimiento se acerca…» (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos, 6, 1-2).

«Te bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser contado en el número de tus mártires […]. Has cumplido tu promesa, Dios, en quien no cabe la mentira y eres veraz. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado. Por Él, que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros. Amén» (Martyrium Polycarpi, 14, 2-3).

Fuente  :  https://www.deiverbum.org/mt-14_01-12/