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Homilía para la Eucaristía del domingo 8 de julio de 2018.

 

Un cordial saludo a todos. Paz y Bien.

DOMINGO XIV DEL AÑO.

Ezequiel 2,2-5: La misión de Ezequiel. Hay tres frases claves: “Hijo de hombre”, “Yo te envío”, «a los israelitas”. Ezequiel es un hombre mortal, pero escogido por el Señor como Profeta; lo envía a su pueblo, duro de corazón.

Marcos 6,1-6: los de Nazareth se oponen a Jesús debido a su poca fe.

 

1.- A la luz de la Palabra nos damos cuenta que es el Señor el que envía a los Profetas. Pero el profeta es un hijo de hombre, un humano. Ezequiel es el hijo del sacerdote Buzi, a quien Dios llama y envía. Israel tiene que comprender que no es este hijo de hombre quien habla, sino el Espíritu, que lo ha puesto de pie, que lo ha capacitado para esta misión. Es Dios quien lo escoge, por eso, “Yo te envío”. Porque Profeta no es el que va, sino el que es enviado. Sin embargo no le harán caso.

Lo mismo sucede con Jesús, el Enviado con poder. Sus coterráneos no lo aceptan como profeta, más aun, lo descalifican, ya que es un hijo de vecino. Y el mismo texto da la razón: “Él se asombraba de su falta de fe”.

2.- He aquí algo importante: la fe. Hay que saber mirar la realidad desde la perspectiva de la fe, con ojos de fe. Mirar con ojos de fe quiere decir mirar como lo mira Dios, no con ojos carnales.

Los judíos contemporáneos de Jesús lo miraban con los ojos de la carne. ¿Y a quién vieron?  Al hijo del carpintero, el hijo de María. Y fue para ellos un motivo de escándalo. No fueron capaces de contemplar en Jesús al Enviado del Padre, al Mesías prometido. Aun cuando fueron testigos de sus enseñanzas no fueron capaces de ver en Él a la Sabiduría del Padre. Es que sin fe sucede a ellos lo que decía san Pablo: “Se les oscureció el entendimiento y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer…Pero al que se convierte al Señor se le cae el velo” (2Corintios 3,13-14).

¿Qué velo?  El velo de la ignorancia, de la ceguera. Cuando Saulo se convirtió se le abrieron los ojos y comprendió a Jesús, al que odiaba y perseguía.

3.- En el mundo hay un gran velo de ignorancia por la falta de fe. Muchos confiesan estar incapacitados de captar lo espiritual, lo que está más allá de sus conocimientos. El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica “Gaudete et exúltate”, que habla de la santidad, dice que un peligro que asecha a la santidad de los cristianos es el suponer que una fe subjetiva, a la que interesa solamente  conocimientos, pero que no iluminan, encierran a la persona en sus propios raciocinios, pero no alcanza a ver el misterio de Dios. Muchos se engañan con sus filosofías y raciocinios, pero están ciegos, no ven el misterio de Cristo. Y esto lleva a desencarnar la fe. No ven en el hombre Jesús al Salvador. Ven a la Iglesia como una institución corrupta y decadente, a la que habría que reemplazar por otra “religión”. Y así también sucede con los misterios de la fe.

Sin la luz de la fe todo se ve solamente desde el prisma materialista y pragmático. Pero esto lleva al error de buscar sucedáneos baratos de la auténtica fe.

4.- Sin fe nada tiene sentido. Más aún,  sin el Espíritu que, como a Ezequiel, nos haga ponernos de pie, nada vale, nada sirve. Porque es por el Espíritu Santo que podemos decir: “Jesús es el Señor” (Romanos 12,3). Él es quien nos capacita para ver más allá de nuestros sentidos: en el pobre a Cristo, en la Iglesia al Cuerpo de Cristo, en los curas a los ministros del Cuerpo de Cristo, en el otro a una imagen de Cristo el Señor.

Que Jesús no se admire de nuestra falta de fe, como en Nazareth, sino, por el contrario, como dice en Mateo 8,10:“Jesús admirado dijo: les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe”, como la que tiene esta comunidad de discípulos.

Nosotros estamos aquí por fe, porque sabemos que Él es el Enviado con poder, el único Salvador del mundo ayer, hoy y siempre.

Por eso a Él podemos decir con el salmista, nosotros que nos sentimos tan zarandeados hoy día por los sin fe: “Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros, porque estamos hartos de desprecios”.

Hermano Pastor.