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EDD. lunes 26 de marzo de 2018.

Fuente : http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20180324
Lunes Santo
Libro de Isaías 42,1-7.
Así habla el Señor:
Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones.
El no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles.
No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad;
no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.
Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella.
Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones,
para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.
 
Salmo 27(26),1.2.3.13-14.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Cuando se alzaron contra mí los malvados
para devorar mi carne,
fueron ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropezaron y cayeron.
Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.
 
Evangelio según San Juan 12,1-11.
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
«¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.
Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».
Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
 
Comentario del Evangelio por San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia. Sermón 10 sobre el Cantar de los Cantares 4-6.
“La casa se llenó de la fragancia del perfume.”
“La fragancia de los perfumes es exquisita” se lee en el Cantar de los Cantares (1-3). Distingo varias especias… Hay el perfume de la contrición y el de la piedad; hay el perfume de la compasión… Hay un primer perfume que el alma compone para su propio uso cuando, presa en la red de sus muchos pecados, comienza a reflexionar sobre su pasado. Reúne entonces el mortero de su conciencia, para aglomerar y mezclar, los muchos pecados que había cometido; y en la perola de su corazón ardiendo, los cuece en el fuego de la penitencia y de la contrición… Este es el perfume con el que el alma pecadora cubre los inicios de su conversión y unge sus llagas recientes; porque el primer sacrificio que hay que ofrecer a Dios es un corazón arrepentido. Mientras el alma, pobre y miserable, no tiene con qué componer un ungüento más precioso, no debe descuidar de preparar éste, incluso si lo hace con materias primas muy ordinarias. Dios no desprecia un corazón quebrantado y humillado (cf Sal 50,19)…
Este perfume invisible no podrá, desde luego, parecernos vulgar si comprendemos que está simbolizado por el perfume que, según el evangelio, derramó la pecadora sobre los pies del Señor. Leemos, en efecto, que “toda la casa se llenó de la fragancia de este perfume”… Recordemos el perfume que llena la Iglesia por la conversión de un solo pecador; cada penitente que se arrepiente se convierte para otros muchos en perfume de vida que los despierta a la vida. El aroma de la penitencia sube hasta las moradas celestiales, ya que, según las Escrituras, “el arrepentimiento de un solo pecador es una gran alegría para los ángeles de Dios” (cf Lc 15,10).