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Homilía para la eucaristía del Domingo 04 de marzo de 2018

Con cariño les saludo. Preparémonos para celebrar bien la Pascua.
TERCER DOMINGO DE CUARESMA.
Exodo 20,1-17: El Decálogo: la esencia de la Ley mosaica, por la que se guía el Pueblo de Dios. Recoge los grandes principios de la ley natural. Decálogo no significa Diez Mandamientos, sino las Diez Palabras, que revelan a Dios. Con el Decálogo se perpetúa la relación Salvador-salvado.
1Corintios 1,22-25: La Cruz de Cristo es la manifestación de la Sabiduría de Dios y su poder. Así podemos comprender el misterio de la Salvación por la muerte y resurrección de Cristo.
Juan 2,13-25: un gesto mesiánico que en el evangelio de Juan significa que Jesús fue enviado por Dios, su Padre, para purificar la corrupción del Pueblo de Dios. Se promete un nuevo Templo.

1.- Dios siempre da a conocer lo que Él es y lo que Él quiere. Lo hace a través de su Palabra. En lo que hemos escuchado, el Señor se nos revela en esta síntesis de diez Palabras. Aceptándolas tendremos vida, seremos justos. Es cuestión de vivirlas. Dos bloques podemos contemplar, que bien supo sintetizar Jesús cuando le preguntaron sobre el mandamiento principal.
Se estipula la obligación de servir en exclusiva al Señor. El es un Dios celoso, por eso, no a la idolatría de nada ni de nadie. Se nos insta a no tomar en vano el Nombre del Señor, es decir, respetar a Dios, no echándolo al trajín, ya que Él es el único Absoluto y el único que salva. El es el que liberó a su Pueblo, de modo que El es el Dueño y Creador de su Pueblo.
Por eso, vivir el Decálogo es para el creyente una forma concreta de vida reconociendo la acción de Dios y su soberanía y al mismo tiempo darle gracias por lo que Él ha hecho al liberarlos de la esclavitud. A Israel no le queda otra que serle fiel a Dios.
2.- Desgraciadamente la fidelidad exigida se contaminó; el cumplimiento de la Voluntad de Dios se redujo al cumplimiento de ciertas normas religiosas, pero sin el sentido y contenido que le da el Decálogo. Porque el ser humano siempre tiende a la idolatría a causa de la religiosidad natural que hay en su interior. Porque la idolatría no es solamente dar culto a imágenes o figuras religiosas, sino absolutizar todo lo que no es Dios y conformarse con exterioridades. Y eso no lo quiere Dios. Por eso Jesús es enviado a poner las cosas en su lugar, a proclamar que el único que tiene soberanía es Dios, su Padre. Viene a purificar la religiosidad del hombre. Nos viene a decir que no hay más centro de culto que su Persona; el centro cultual de los judíos y de toda religión están obsoletos, ya no sirve. Porque “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Juan 4,23). No sirven ciertas expresiones religiosas desconectadas de lo concreto de la vida.
3.- En el mundo, bien sabemos, hay mucha idolatría, lo que lleva a menospreciar y olvidar a Dios. A tal punto llega el desvío, que todo lo de Dios y su Enviado es menospreciado, no se entiende. Es que el mundo tiene otra sabiduría y mira en menos nuestra sabiduría, que la ven como una locura. Como bien se dice, los cristianos estamos en otra respecto al mundo. Con san Pablo podemos decir: “Fui crucificado con Cristo, por lo que no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20). Acabamos de escuchar de san Pablo: Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, que es fuerza de Dios para todos nosotros.
En Cristo caen todos los ídolos y todo asomo de idolatría. Pero eso decía la otra vez que debemos vivir centrados en Cristo, porque sólo Él es el Camino, no hay otro.
4.- Estamos cada vez más cerca de la Pascua. Si tenemos la sabiduría del evangelio podremos entender el misterio de la cruz y el misterio de Cristo. Con El estamos liberados de toda idolatría porque estamos centrados en Él. Para servir mejor a Dios y al prójimo.
Bien entendieron esto los primeros cristianos a tal punto que los paganos los consideraban a ellos “ateos”, porque no rendían culto a sus ídolos.
Hoy día nuestra religiosidad está tan contaminada que bien parece, a veces, un culto pagano.
Dejemos que el Señor entre en cada uno de nosotros en esta eucaristía y purifique con su Espíritu nuestra vida de fe.
Hermano Pastor Salvo Beas.