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Homilía para la Eucaristía del Domingo 21 de enero de 2018.

Que los mensajes del Papa Francisco no caigan en saco roto. Pensémoslos.

DOMINGO TERCERO DEL AÑO.

Jonás 3.1-5.10: relato ficticio, pero didáctico. Jonás, el profeta de Dios debe ir a Nínive, ciudad grande, frívola, pagana, que no tiene remedio. Ante la predicación de Jonás se vuelve a Dios, lo que no fue capaz de hacer Israel, el Pueblo de Dios. Dios perdona a los ninivitas. Se insinúa el universalismo de la salvación.

Marcos 1, 14-20: el evangelio coloca a Jesús en Galilea predicando la Buena  Noticia del Reino de Dios. Para ello es preciso convertirse. Estos versículos sintetizan todo el ministerio de Jesús. En seguida viene el llamado al seguimiento.

1.- Jesús comienza lo que hará durante toda su vida: anunciar la cercanía del Reino de Dios. Dice el texto que “proclamaba la Buena Noticia de Dios”. El Reino de Dios es buena noticia, porque Dios quiere reinar como Padre, quiere nuestro bien, nos quiere salvar. Por eso el ministerio de Jesús fue un ministerio de evangelización, algo gozoso, alegre. En el fondo el Señor nos está diciendo que nos conviene aceptar el reinado de Dios, el hacerle caso, ya que esto nos trae salvación. En el fondo Jesús nos está invitando a participar en los bienes salvíficos.

2.- Pero aceptar el Reino de Dios supone y exige la conversión. En la Sagrada Escritura conversión no es sólo apartarse del mal. Lo fundamental de la conversión es el volverse a Dios, aceptarlo a Él y cumplir con su Voluntad. No basta el cambio de conducta. Esto puede y debe ser consecuencia de lo más importante: el dejar entrar al Señor en nuestra vida.

Ya esto es una exigencia clave para ser cristiano. Lo que se espera de un creyente es que sea un convertido, uno que se ha vuelto al Señor, dejando una vida pasada de pecado. Es lo que grafica muy bien la parábola del Hijo pródigo: “Me levantaré, volveré a la casa de mi Padre” (Lucas 15,18). Insisto, esto es lo más importante.

Nínive, ciudad que vivía de espaldas a Dios, gracias a la predicación de Jonás, se volvió a Dios, aceptó al Señor.

3.- Pero hay otro detalle no menor. ¿Cuál es el motivo del cambio? Según el texto de Jonás, es la amenaza de destrucción. Lo mismo encontramos en la predicación de Juan Bautista: “el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Todo árbol que no produce fruto será cortado y arrojado al fuego”. (Lucas 3,9). Ante tal mensaje no queda otra que convertirse.

En cambio en Jesús la motivación es otra: la Buena Noticia del Reino que viene. Es una motivación positiva, alegre, que mueve a la conversión.

La misión de la Iglesia, de cada discípulo- misionero es ser evangelizador, es decir, portador de Buenas noticias.

Si usted enciende la radio o la tele ¿qué encuentra? Puras malas noticias. Y estamos saturados de malas noticias.  Muchas veces el discurso de la Iglesia es moralista y condenatorio. Y no debe ser así. Ejemplo nos dio el Papa Francisco al traernos un mensaje alentador y motivador.

No hagamos del evangelio una mala noticia.

El mundo necesita evangelizadores. Podrán escasear los sacerdotes, pero nunca los portadores de buenas noticias. Ya que ser portador de buenas noticias no es exclusividad de un sector de la Iglesia, sino es propio de toda la Iglesia.

4.- El Señor nos invita a su seguimiento. ¿A quiénes? A usted, a mí. Nos pide que lo sigamos, que vayamos en pos de Él, que vivamos su misma vida. Pero también nos pide que seamos pescadores, rescatadores de los que se están ahogando.

Hoy tenemos que ir a Nínive, a la ciudad grande, la que le da la espalda a Dios. Porque quiere proclamar un Estado laico, confundiendo laico con antirreligioso.  Allí tenemos que ir no para anunciar calamidades, sino al Señor que viene a salvarnos. Nos conviene volvernos a El.

Aquí nos encontramos con El, para aprender de El y proclamarlo a El.

                                                     Hermano Pastor Salvo Beas.