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EDD. martes 07 de noviembre de 2017

Fuente : http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20171106
 
Martes de la trigésima primera semana del tiempo ordinario
 
Carta de San Pablo a los Romanos 12,5-16a.
También todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo, y en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros.
Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe.
El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe.
El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría.
Amen con sinceridad. Tengan horror al mal y pasión por el bien.
Amense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos.
Con solicitud incansable y fervor de espíritu, sirvan al Señor.
Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración.
Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad.
Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca.
Alégrense con los que están alegres, y lloren con los que lloran.
Vivan en armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman de sabios.
 
Salmo 131(130),1.2.3.
Mi corazón no se ha ensoberbecido, Señor,
ni mis ojos se han vuelto altaneros.
No he pretendido grandes cosas
ni he tenido aspiraciones desmedidas.
No, yo aplaco y modero mis deseos:
como un niño tranquilo en brazos de su madre,
así está mi alma dentro de mí.
Espere Israel en el Señor,
desde ahora y para siempre.
 
Evangelio según San Lucas 14,15-24.
En aquel tiempo:
Uno de los invitados le dijo: «¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!».
Jesús le respondió: «Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente.
A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: ‘Vengan, todo está preparado’.
Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes’.
El segundo dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes’.
Y un tercero respondió: ‘Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir’.
A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: ‘Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos’.
Volvió el sirviente y dijo: ‘Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar’.
El señor le respondió: ‘Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa.
Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'».
 
Comentario del Evangelio por San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia. De la vida de perfección. Capítulo VIII, §2-4
 
El pan de las Nupcias.
Si tenéis algunas virtudes, fuentes de buenas obras, o más bien porque sois ricos en virtudes, perseverad en su práctica, progresad siempre, y, por medio de ellas, llevad el combate de Cristo hasta la muerte, afín de que al último día, al término de vuestra vida, recibáis por salario y recompensa de vuestro trabajo la corona de gloria y de honor. Es por eso que Jesucristo, vuestro único amor, os dice en el Apocalipsis: «Manteneos fieles hasta la muerte y os daré la corona de la vida» (Ap.2:10) Esta corona no es otra cosa que la recompensa de la vida eterna, cuya posesión debe encender el deseo  todos los cristianos. Levántate pues, amiga de Dios, esposa de Jesucristo, paloma del Rey eterno, ven a las nupcias del Hijo de Dios, pues toda la corte celestial te espera, «todo está preparado» (Mt 22:4;Lc 14:17).
Un siervo bello y noble está listo para servirte, un plato  precioso y delicioso ha sido preparado para restaurarte; una sociedad dulce y muy amable está lista para compartir tu felicidad. Levántate pues y apresúrate.
Corre a sus nupcias, pues un siervo de una gran belleza está listo para servirte. Ese siervo, es la asamblea de los ángeles, ¿qué digo? ¡Es el mismo Hijo del Dios eterno! ¿Acaso no se da él mismo como tal en el Santo Evangelio? « En verdad, os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa e irá sirviéndolos uno tras otro» (Lc 12:37). ¡Ohǃ la gloria de los pobres y de los excluidos será grande cuando serán servidos por el Hijo de Dios, por el soberano Rey, y por todo el ejercito del Reino Celestial.
Un alimento precioso y delicioso esta también preparado para alimentarte. El Hijo de Dios, él mismo, preparara la mesa con sus propias manos pues lo afirma en el Evangelio: «yo os dispongo el Reino, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino» (Lc 22:29-30a).
¡Ohǃ ¡que suave y delicioso es ese alimento que Dios en su bondad ha preparado para el pobre! ¡Ohǃ ¡que feliz es aquel que come en el Cielo ese pan preparado en el seno de la Virgen por el fuego del Espíritu Santo! «El que coma este pan vivirá para siempre» (Jn 6:58b). El Rey celestial alimenta y restaura a sus elegidos con ese pan, con ese alimento, como lo dice el Libro de la Sabiduría: « A tu pueblo lo alimentaste con manjar de ángeles» (Sab 16:20).