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EDD. sábado 04 de noviembre de 2017.

Fuente :  http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20150818
 
Sábado de la trigésima semana del tiempo ordinario
Carta de San Pablo a los Romanos 11,1-2a.11-12.25-29.
Entonces me pregunto: ¿Dios habrá rechazado a su Pueblo? ¡Nada de eso! Yo mismo soy israelita, descendiente de Abraham y miembro de la tribu de Benjamín.
Dios no ha rechazado a su Pueblo, al que eligió de antemano. ¿Ustedes no saben acaso lo que dice la Escritura en la historia de Elías? El se quejó de Israel delante de Dios, diciendo:
Yo me pregunto entonces: ¿El tropiezo de Israel significará su caída definitiva? De ninguna manera. Por el contrario, a raíz de su caída, la salvación llegó a los paganos, a fin de provocar los celos de Israel.
Ahora bien, si su caída enriqueció al mundo y su disminución a los paganos, ¿qué no conseguirá su conversión total?
Hermanos, no quiero que ignoren este misterio, a fin de que no presuman de ustedes mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos.
Y entonces todo Israel será salvado, según lo que dice la Escritura: De Sión vendrá el Libertador. El apartará la impiedad de Jacob.
Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados.
Ahora bien, en lo que se refiere a la Buena Noticia, ellos son enemigos de Dios, a causa de ustedes; pero desde el punto de vista de la elección divina, son amados en atención a sus padres.
Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables.
 
Salmo 94(93),12-13a.14-15.17-18.
Feliz el que es educado por ti, Señor,
aquel a quien instruyes con tu ley,
para darle un descanso
después de la adversidad,
mientras se cava una fosa para el malvado.
Porque el Señor no abandona a su pueblo
ni deja desamparada a su herencia:
la justicia volverá a los tribunales
y los rectos de corazón la seguirán.
Si el Señor no me hubiera ayudado,
ya estaría habitando en la región del silencio.
Cuando pienso que voy a resbalar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
 
Evangelio según San Lucas 14,1.7-11.
Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.
Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
«Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú,
y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: ‘Déjale el sitio’, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate más’, y así quedarás bien delante de todos los invitados.
Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
 
Comentario del Evangelio por San Bruno de Segni (c. 1045-1123), obispo. Comentario sobre el Evangelio según san Lucas 2,14.
 

« Quien se humille será ensalzado»

«Tú preparas ante mí una mesa a la vista de mis enemigos» (Salmo 22:5)…¿Que más podríamos desear? ¿Porqué tendríamos que escoger los primeros puestos? sea cual sea el puesto que ocupemos, tenemos todo en abundancia y nada nos hace falta. Pero tú, que buscas tener el primer puesto, sea quien seas, ve a sentarte al último puesto. No permitas que tus conocimientos te inflen de orgullo; no te dejes exaltar por el renombre. Entre más grande eres, más debes humillarte en toda cosa y «hallarás gracia delante de Dios» (Lc.1:30), de manera que en el momento oportuno él te dirá: «Amigo, siéntate en un lugar más digno», esto «será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa».

      Seguramente, en la medida en que esto dependía de él, Moisés ocupaba el último puesto. Cuando el Señor quería enviarlo hacia los hijos de Israel y lo invitó a ocupar un rango más elevado, él le contestó: «¡por favor, Señor! Envía a quien quieras, pues yo nunca he sido hombre de palabra fácil» (Ex.4:13) Es como si hubiese dicho: «No soy digno de un cargo tan alto». Saúl se consideraba  también como un hombre de humilde condición, cuando el Señor hizo de él un rey. De igual manera Jeremías, temiendo subir al primer puesto, decía «Ah Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho» (1:6) Es entonces por medio de la humildad, y no por el orgullo, por las virtudes, y no por el dinero, que debemos buscar a ocupar el primer puesto.