EDD. jueves 02 de noviembre de 2017
Fuente : http://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2017-11-02
Jueves de la trigésima semana del tiempo ordinario.
Conmemoración de todos los fieles difuntos
Color: morado
La oración por los muertos pertenece a la más antigua tradición cristiana. Es natural, pues, que el día siguiente a la fiesta de los que han entrado en la intimidad de Dios, nuestra solicitud vaya hacia nuestros hermanos que han muerto en la esperanza de la resurrección que abarca también a “todos aquellos cuya fe sólo conoce el Señor”.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cf. 1Tes 4, 14; 1Cor 15, 22
Así como Jesús murió y resucitó, de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él. Y así como todos mueren en Adán, todos revivirán en Cristo.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, escucha con bondad nuestros ruegos, para que, al crecer nuestra fe en tu Hijo resucitado de entre los muertos, se afiance también nuestra esperanza en la resurrección de tus hijos difuntos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
La muerte ha sido vencida
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto 15, 51-57
Hermanos:
Les voy a revelar un misterio: No todos vamos a morir, pero todos seremos transformados.
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final –porque esto sucederá- los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.
Lo que es corruptible debe revertirse de la incorruptibilidad y lo que es mortal debe revestirse de la inmortalidad.
Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: “La muerte ha sido vencida.
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón? Porque lo que provoca la muerte es el pecado y lo que da fuerza al pecado es la Ley.
¡Demos gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo!
SALMO RESPONSORIAL 129, 1-8
R/. ¡Desde lo más profundo te invoco, Señor!
Desde lo más profundo te invoco, Señor, ¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos el clamor de mi plegaria.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor, ¿Quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido.
Mi alma espera en el Señor, y yo confío en su palabra. Mi alma espera al Señor, más que el centinela la aurora.
Como el centinela espera la aurora, espere Israel al Señor, porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: Él redimirá a Israel de todos sus pecados.
EVANGELIO
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 11, 25a. 26
Aleluya.
“Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí no morirá jamás”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Yo soy la resurrección y la vida.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 11, 17-27
Al llegar a Betania, Jesús se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”.
Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”.
Marta le respondió: “Se que resucitará en la resurrección del último día”.
Jesús le dijo:
“Yo soy la Resurrección y la Vida.
El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”
Ella le respondió: “Si, Señor, creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”.
Comentario de Benedicto XVI, papa. Homilía (09-03-2008).
Santa Misa en el XXV del Centro Internacional Juvenil San Lorenzo – Iglesia de San Lorenzo in Piscibus, Roma
En realidad, esta página evangélica muestra a Jesús como verdadero hombre y verdadero Dios. Ante todo, el evangelista insiste en su amistad con Lázaro y con sus hermanas Marta y María. Subraya que «Jesús los amaba» (Jn 11, 5), y por eso quiso realizar ese gran prodigio. «Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo» (Jn 11, 11), así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar.
Jesús demostró un poder absoluto sobre esta muerte: se ve cuando devuelve la vida al joven hijo de la viuda de Naím (cf. Lc 7, 11-17) y a la niña de doce años (cf. Mc 5, 35-43). Precisamente de ella dijo: «La niña no ha muerto; está dormida» (Mc 5, 39), provocando la burla de los presentes. Pero, en verdad, es precisamente así: la muerte del cuerpo es un sueño del que Dios nos puede despertar en cualquier momento.
Este señorío sobre la muerte no impidió a Jesús experimentar una sincera com-pasión por el dolor de la separación. Al ver llorar a Marta y María y a cuantos habían acudido a consolarlas, también Jesús «se conmovió profundamente, se turbó» y, por último, «lloró» (Jn 11, 33. 35). El corazón de Cristo es divino-humano: en él Dios y hombre se encontraron perfectamente, sin separación y sin confusión. Él es la imagen, más aún, la encarnación de Dios, que es amor, misericordia, ternura paterna y materna, del Dios que es Vida.
Por eso declaró solemnemente a Marta: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre». Y añadió: «¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Una pregunta que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros; una pregunta que ciertamente nos supera, que supera nuestra capacidad de comprender, y nos pide abandonarnos a él, como él se abandonó al Padre.
La respuesta de Marta es ejemplar: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» (Jn 11, 27). ¡Sí, oh Señor! También nosotros creemos, a pesar de nuestras dudas y de nuestras oscuridades; creemos en ti, porque tú tienes palabras de vida eterna; queremos creer en ti, que nos das una esperanza fiable de vida más allá de la vida, de vida auténtica y plena en tu reino de luz y de paz.