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Homilía para la Eucaristía del domingo 08 de octubre de 2017.

Fuente : http://conferre.cl/comentario-evangelio-08-de-octubre/
P. Hernán Vargas, cp
Religioso Pasionista.
La bella imagen bíblica de la viña nos ha acompañado los domingos anteriores y especialmente hoy en la primera lectura y en el Evangelio.
El profeta Isaías nos ilumina con el canto del amigo a su viña. Y el Evangelio nos relata la parábola de un  hombre que plantó una viña. Los destinatarios son los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, es decir, los que detentaban el poder religioso, a quienes les cuesta aceptar la mirada y el profetismo de Jesús. “Al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos”.
La Palabra de Dios, y esta parábola concretamente, nos invita a centrarnos en la persona de Jesús y su Reino. Estas dos realidades son inseparables. Ser cristiano es acoger y aceptar a Jesús y la novedad del Reino. Sin embargo, la realidad nos confirma que Jesús y el reinado de Dios muchas veces han sido rechazados o al menos resistidos. Pareciera que la fuerza del anti-reino es más poderosa. Estas fuerzas intentaron muchas veces apedrear al Hijo de Dios y acabar con él. Lograron matarlo colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día. Hch 10, 40.
Contemplando la realidad histórica del mundo de hoy, pareciera que el anti-reino avasalla triunfante con sus signos de muerte: injusticias y proyectos de guerra, hambre y marginación, derechos humanos conculcados impunemente, desprecio a la madre tierra. Se esperaba equidad y hay efusión de sangre, se espera justicia y hay gritos de angustia.
Los cristianos tenemos la certeza que la muerte, y todos los signos del anti-reino no tienen la última palabra. La piedra que rechazaron los constructores de la muerte es ahora la piedra angular de nuestra opción creyente: Jesús de Nazaret. El Reino es obra del Señor. Lentamente van creciendo. Dios nos lo ha confiado para que, como pueblo, lo hagamos producir frutos de Vida Nueva. Pero es necesario que el sarmiento esté unido a la vid.
El mismo Jesús, Señor de la Vida, nos devuelve la esperanza y robustece las rodillas vacilantes. “En el mundo encontrarán dificultades y tendrán que sufrir, pero tengan ánimo, yo he vencido al mundo”.