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Comentario al evangelio de hoy miércoles 23 de agosto de 2017.

Reconocer y ayudar a los demás.

¿no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?”, y “¿por qué tomas a mal que yo sea bueno?
Por: Mons. Rubén Oscar Frassia

 
Evangelio de San Mateo 19,30 – 20,16
Jesús dijo a sus discípulos:
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?”
Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”.
El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.
Comentario :
Es difícil la comprensión de este Evangelio, pero lo más importante es que el propietario, o sea el Señor, no mintió a ninguno y fue justo con todos. Les pagó lo que estaba convenido, tanto al de la primera hora como al de la última hora.
La frase fundamental es: “¿no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece?”, y “¿por qué tomas a mal que yo sea bueno?”. El Señor es así. Es justo con los de la primera hora, los había contratado en un denario, y tiene otra justicia para los de la última hora.
Desde el punto de vista estratégico y externo pareciera que hay una especie de desequilibrio. Desequilibrio a los ojos humanos. Pero en cuanto al contrato, y lo formal, estaba en lo cierto. Les pagó a todos según había convenido. El Señor quiere ser bueno, y eso es lo que nos cuesta entender. Dios tiene bondad con todos. Con el que se portó bien y con el que se portó mal.
Uno puede decir lo mismo: “Yo que fui fiel toda mi vida, me pasa esto. Este, que es un atorrante, un “calavera”, que se portó mal, que hizo macanas y mucho lío, ¿le vas a dar lo mismo que a mí?”
¿Acaso no nos recuerda esto el comportamiento del hermano mayor y la actitud del hijo pródigo? Aquí otra vez, la misericordia de Dios que supera nuestro entendimiento y que es imprevisible. No lo podemos agarrar porque nuestros criterios, son nuestros criterios, pero los de Dios son distintos.
Y los mejores, los más seguros, son los de Dios y no los nuestros.
La misericordia de Dios es más grande que nuestra misericordia.
La bondad de Dios es mucho más grande que nuestra bondad.
Debemos entender que hay una desproporción y que Dios tiene otros caminos, otros códigos, otra manera de presentarse. Pero siempre siendo bueno y siendo justo.
Debemos rezar mucho para tener un corazón semejante al de Dios.
Para tener una mente amplia y grande, semejante a la de Dios.
Para poder amar, sin límites, a todos según Dios.
Para poder darnos cuenta que hay una justicia, que supera la meramente distributiva.
Fijémonos cómo el Evangelio va enseñando a las naciones, y al mundo, que hay que ser solidario con los otros, ayudando a los otros. Cómo la fe hace cultura, socializa el comportamiento de los hombres. Es importante darnos cuenta de la implicancia que esto tiene. Cuando Dios está, y es reconocido, uno puede reconocer y ayudar a los demás.
Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros, porque Dios siempre nos sorprende y uno nunca puede apropiarse de los Dones de Dios. Porque los dones y la bondad de Dios, siempre seguirán siendo don y bondad.
En este mundo, ¿qué nos queda?
Primero, la bondad de Dios.
Pero también nos queda el esfuerzo de seguir siendo fieles desde las cosas más pequeñas a las cosas más grandes. Y uno las hace porque está convencido y no mira los resultados ni lo que reciben los demás.
¡Uno tiene que ser bueno, aunque los demás sean malos!
¡Uno tiene que ser honesto, aunque los demás sean deshonestos!
¡Uno tiene que ser justo, aunque, los demás sean injustos!
¡Uno tiene que tener dignidad de bien, aunque los demás la hayan perdido!
Dios se da a todos y de todos espera nuestra conversión.
Que Dios los bendiga.