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Homilía para la Eucaristía del Domingo 04 de Junio de 2017.

Feliz Pentecostés. Y oremos por los cristianos perseguidos y masacrados en Oriente. Que el ecumenismo de sangre dé sus frutos.

DOMINGO DE PENTECOSTÉS.

Hechos 2,1-11: Pentecostés, fiesta judía importante, en la que Israel recuerda la Alianza del Sinaí, donde nació el Pueblo de Dios con las 12 tribus. Hoy nace el nuevo Pueblo de Dios, pero con todas las naciones.

1Corintios 12,3-7.12-13: Dios es quien derrama sus dones en la comunidad mediante su Espíritu para que ésta tenga vida y unión. La presencia del Espíritu causa la unidad en la diversidad.

Juan 20,19-23: dos aspectos aparecen en el texto: la Fe de los discípulos ante el resucitado y el don del Espíritu para que puedan continuar la misión de Jesús: quitar el pecado del mundo.

1.- Dios es quien convoca, reúne, salva. Así, en el Sinaí, convocó a las doce tribus de Israel y con ellos hizo una Alianza. Así nació, fue constituido el Pueblo de Dios. Esto que el Pueblo celebra en Pentecostés no es más que una figura profética que ahora se cumple con la efusión del Espíritu Santo. Dios convoca a su Nuevo Pueblo con una Nueva Alianza, no ya con las doce tribus, sino con toda la humanidad.

El hecho de que el Espíritu produzca el milagro de que todos entiendan el discurso de Pedro significa que el evangelio, la salvación, es para toda raza, pueblo, cultura e ideología. Porque Dios sopla donde quiere y El desea salvar a todos. Decir Pentecostés es decir efusión del Espíritu sobre toda carne, es decir unidad en la diversidad, es decir Nuevo Pueblo de Dios – la Iglesia.

2.- Vivimos en un mundo globalizado en el que se dan algunas manifestaciones contradictorias.

– Un mundo que es una aldea en la que todos nos sentimos habitantes de una misma casa, pero que no sabemos cuidar.

– Se privilegia la diversidad por encima de la uniformidad.

– Predomina la cultura del individualismo y particularismo. Como consecuencia, el poderoso impone su pensamiento o punto de vista sin importar el de los demás.

Todas estas manifestaciones, más otras, nos rodean y nos asechan. Forman un escenario y desafío en el que nosotros los cristianos tenemos que actuar. De allí la importancia que tiene para nosotros el Misterio de Pentecostés.

3.- El pecado se manifiesta hoy en el mundo como individualismo e indiferentismo, por un lado,  y también como un fanatismo intolerante. Intolerancia política y religiosa que lleva al desencuentro en un mismo país, en una misma religión y en una misma coalición política. Todo esto conduce a la descalificación mutua. Todo esto no es más que una versión moderna de lo que fue Babel. Es en este contexto donde nos toca actuar y vivir.

Si Babel es expresión del Pecado, Pentecostés es la manifestación de la salvación, del Amor de Dios derramado profusamente a toda la humanidad.

Si la lluvia cae en terreno arcilloso el agua no penetra y no empapa la tierra. Si el Espíritu de Dios encuentra una humanidad soberbia, con un corazón endurecido, no penetra. Y necesitamos al Espíritu Santo. Debemos ser terreno permeable que absorba al Espíritu Santo. La Iglesia necesita al Espíritu Santo. Es decir, los pastores, los fieles, las instituciones religiosas, las personas…todos. Sólo con el soplo de Dios tendremos vida.

4.- San Pablo nos dice que todos hemos bebido de un mismo Espíritu, porque todos fuimos bautizados en el mismo Espíritu.

Somos muchos y distintos; eso es una bendición. Si estamos separados y enemistados, eso es una maldición.

Jesús entregó su Espíritu a los Apóstoles, a todos. En esta Eucaristía nos lo entrega a nosotros. ¿Para qué? Para combatir el pecado que se manifiesta en el mundo de hoy.

Sin el Espíritu Santo nada podemos  hacer. Que también hoy sea un Pentecostés para todos nosotros. Que a todos llegue y penetre el Mensaje. En esta Eucaristía el Señor nos vuelve a regalar su Espíritu. Seamos dóciles.

                                                    Hermano Pastor Salvo Beas.