EDD. sábado 01 de abril de 2017.
Sábado de la cuarta semana de Cuaresma
San Hugo de Grenoble, Beato José Girotti
Leer el comentario del Evangelio por
San Teófilo de Antioquia : “Por causa de él, se produjo una división entre la gente”
Jeremías 11,18-20.
El Señor de los ejércitos me lo ha hecho saber y yo lo sé. Entonces tú me has hecho ver sus acciones.
Y yo era como un manso cordero, llevado al matadero, sin saber que ellos urdían contra mí sus maquinaciones: «¡Destruyamos el árbol mientras tiene savia, arranquémoslo de la tierra de los vivientes, y que nadie se acuerde más de su nombre!».
Señor de los ejércitos, que juzgas con justicia, que sondeas las entrañas y los corazones, ¡que yo vea tu venganza contra ellos, porque a ti he confiado mi causa!
Salmo 7,2-3.9bc-10.11-12.
Señor, Dios mío, en ti me refugio:
sálvame de todos los que me persiguen;
líbrame, para que nadie pueda atraparme
como un león, que destroza sin remedio.
Júzgame, Señor, conforme a mi justicia
y de acuerdo con mi integridad.
¡Que se acabe la maldad de los impíos!
Tú que sondeas las mentes y los corazones,
tú que eres un Dios justo, apoya al inocente.
Mi escudo es el Dios Altísimo,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un Juez justo
y puede irritarse en cualquier momento.
Juan 7,40-53.
Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: «Este es verdaderamente el Profeta».
Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros preguntaban: «¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea?
¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?».
Y por causa de él, se produjo una división entre la gente.
Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: «¿Por qué no lo trajeron?».
Ellos respondieron: «Nadie habló jamás como este hombre».
Los fariseos respondieron: «¿También ustedes se dejaron engañar?
¿Acaso alguno de los jefes o de los fariseos ha creído en él?
En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita».
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo:
«¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?».
Le respondieron: «¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta».
Y cada uno regresó a su casa.
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Teófilo de Antioquia (¿-c. 186), obispo
A Autólico 1, 2.7; SC 20, pag. 58ss
“Por causa de él, se produjo una división entre la gente”
Con los ojos del cuerpo observamos lo que sucede a nuestro alrededor, en la vida y en la tierra. Percibimos las diferencias entre la luz y la oscuridad, el blanco y el negro, lo feo y lo bello. Del mismo modo sucede con lo que percibe el oído: sonidos graves, agradables. Pero, también tenemos los oídos del corazón y los ojos del alma con los que podemos percibir a Dios. En efecto, Dios se da a conocer a los que pueden ver, una vez abiertos los ojos de sus almas.
Todos tenemos ojos físicos, pero algunos los tiene como velados y no ven la luz del sol. Si los ciegos no ven no es porque la luz del sol no brille. Depende de los ciegos y de sus ojos el hecho de no ver. Del mismo modo te ocurre a ti: los ojos de tu alma están velados por tus faltas y malas acciones. Cuando hay una falta en el hombre, éste ya no puede ver a Dios…
Pero, si quieres, puedes quedar sano. Confíate al médico y te operará los ojos de tu alma y de tu corazón. ¿Quién es este médico? Es Dios, quien cura y vivifica por su Palabra y su Sabiduría, por las que hizo todas las cosas… Si tú entiendes esto y si tu vida es pura, piadosa y justa, puedes ver a Dios. Ante todo, que la fe y el temor de Dios entren primero en tu corazón y entonces comprenderás esto. Cuando te hayas despojado de la condición mortal y revestido de la inmortalidad (1Cor 15,53) entonces verás a Dios. Este Dios resucitará tu carne, inmortal, al mismo tiempo que tu alma. Y entonces, llegado a la inmortalidad, verás a Dios inmortal, a condición que hayas creído en él en este mundo.