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La Dama de Asís, ensayo histórico.

Por Fray Guillermo Lancaster Campero Jones, Ofm.
INTRODUCCIÓN
El Franciscanismo ha sido una fuente de vida espiritual a lo largo de ocho siglos, ha florecido en hombres y mujeres, clérigos y laicos que siguiendo los pasos de Francisco han progresado en santidad y virtud. Hoy dedicamos nuestra reflexión a uno de los más grandes personajes del Franciscanismo, a alguien que además de ser “la plantita” de San Francisco es la iniciadora de una forma de vida, es la primera mujer en la historia que escribe una Regla de vida consagrada, es Clara de Asís. Qué mejor ocasión para hablar de ella que la celebración del octavo centenario de su nacimiento.
Naturalmente, no pretendemos agotar el tema, sino estudiarlo de forma sistemática, analizando principalmente las fuentes originales y los escritores que a lo largo de la historia le han abierto un espacio en su reflexión. Las fuentes fundamentales para el estudio de la vida de Santa Clara son la Leyenda de Santa Clara[1]y el Proceso de Canonización[2], además de algunos textos de la Curia Romana, de las mismas monjas y de escritores de la época.

  1. NACIMIENTO

Clara nació en la ciudad de Asís en 1193-1194 y murió allí mismo en 1253, a la edad de 60 años. De acuerdo a María Victoria Triviño, nació el 13 de Diciembre de 1193, día de Santa Lucía, desgraciadamente no nos dice cuáles son sus fuentes, sólo argumenta que se trata de un cálculo astronómico[3].
Existe una leyenda sobre su nacimiento, se dice que estando postrada ante el crucifijo en la iglesia, su madre “angustiada por el inminente parto percibió interiormente una voz que le decía: no temas, mujer, porque alumbrarás felizmente una luz que hará más resplandeciente la luz misma”[4]. Sor Felipa de Messer Leonardo de Gislerio atestigua que “cuando la madre de Clara estaba encinta, fue a la iglesia, y estando ante la cruz, mientras oraba devotamente, rogando a Dios que la socorriese y ayudase en el peligro del parto oyó una voz que le dijo: alumbrarás una luz que iluminará mucho al mundo”[5]. Como vemos, en el relato hay algunas diferencias en cuanto a la forma en que esta revelación se lleva a cabo. Por una parte, para el autor de la Leyenda se trata de una voz interior mientras que para la testigo del Proceso se trata de una voz exterior. Fue bautizada en la Catedral de San Rufino.

  1. FAMILIA

Es poco lo que se conoce sobre la familia de Santa Clara. La causa de esta laguna nos la dice Bienvenida de Perusa: “su hablar era siempre de cosas de Dios, y no quería hablar de cosas del siglo, ni quería que las hermanas las mentasen”[6].
Entre las cosas que conocemos de su familia es que pertenecía a una familia noble y que la casa paterna era un palacio situado junto a la Catedral de San Rufino, a un costado de la plaza. Pacífica de Guelfuccio declara que “Clara había nacido de noble familia, de padre y madre honrados, y que su padre fue caballero y se llamó messer Favarone; la testigo no lo vio. Pero sí conoció a la madre, llamada madonna Hortulana”[7].
Algunos opinan que la familia paterna perteneció al linaje de los Scifi, entre ellos, Wadding lo consigna en sus Annales Minorum, Tosignano en su History of the Seraphic Religion, Venice 1586, Salvatore Vitale en Seraphic Paradise, Milano 1645, Vicenso Locatelli en Vita di S. Chiara di Assisi, Assisi 1854. También lo aceptaron biógrafos de nuestro siglo: Paul Sabatier, Vie di S. Francois d’Assise, Paris 1931; J. Joergensen, Vita di S. francesco d’Assisi,Palermo 1910, Bulgarini, Santo Francesco, Torino 1940; A. Henrion, Sorella Chiara, Milano 1921 y P. Bargellini, S. Francesco d’Assisi, Torino 1941. Pero la crítica lo descartó, en especial, por los estudios hechos por Arnaldo Fortini en los archivos de la Catedral de San Rufino, del Municipio de Asís, de Perusa, del sacro Convento.
En opinión de Gemma Fortini, la familia de Clara era de origen germano-lombardo[8]. De acuerdo a las actas de los archivos municipales de Asís, el primer antecesor de Clara que vivió en esa ciudad (1106) fue Offredo, con sus hijos Bernardo y Monaldo, y al parecer su dinastía se remonta hasta Rapizone II, y según la opinión de algunos hasta Carlomagno[9]. Favarone, el padre de Clara era hijo del Conde Offreaucio di Bernardino, un noble y poderoso caballero de la ciudad de Asís, es decir, Bernardino di Offredo era su abuelo y Offredo di Rapizzone II su bisabuelo. Por su parte, Hortulana también descendía de la nobleza y era además, pariente lejana de su esposo Favarone. Algunos opinan que pertenecía a la familia de los condes de Fiumi, pero la crítica lo descartó hace anos.
No sabemos si tuvo algún hijo varón, quizá un Favarone que aparece en los archivos de Asís en 1229. Por medio de Sor Pacífica sabemos que era una mujer piadosa y cuidadosa en sus labores, en su testimonio declara que emprendió peregrinaciones más allá del mar. El autor de la Leyenda añade que estas peregrinaciones fueron a Jerusalén, al Santuario de San Miguel Arcángel y a las Basílicas de los Apóstoles[10]. También la Leyenda nos dice que “no obstante las exigencias de sus deberes de esposa y del cuidado del hogar, se entregaba según sus posibilidades al servicio de Dios y a in tensas prácticas de piedad”[11]. De acuerdo al testimonio de Sor Amata, Hortulana, junto con Clara, lleva a cabo la sanación de un niño de Perusa que padecía nube en un ojo: “Fue llevado a Santa Clara, la cual le tocó el ojo y luego hizo la señal de la cruz. Y dijo enseguida: llevadlo a mi madre Sor Hortulana, y que haga sobre él la señal de la cruz. Hecho esto, el niño quedó curado”[12].
Sabemos que Clara tuvo dos hermanas: Inés Beatriz quienes también siguieron a Clara en su itinerario de vida. Beatriz es presentada como la duodécima testigo del proceso, y ella misma declara se hermana carnal de madonna Clara, y que Clara cuando vendió su herencia, vendía también parte de la de ella[13].
De Santa Inés, el Liber Conformitate de Bartolomé de Pisa y la Crónica de los XXIV Generales[14] insertan una breve biografía. En ella se dice que el nombre de Inés fue impuesto por San Francisco en honor a la victoria obtenida contra las pre tensiones de su parentela, que no querían que se casara con el “Cordero” (Agnus­Agnes). Otra indicación aparece en la Vita di S. Chiara vergine, reformatrice del sexo femíneo. Este documento nos dice que su nombre de pila era Catalina[15]. Inés siguió los pasos de Clara teniendo apenas 15 años, reuniéndose con ella en el convento de Sant’Angelo di Panzo, donde Clara estuvo algún tiempo. Sabemos, por la carta que le escribe Inés a Clara, que ésta fue destinada al monasterio de Monticelli de Florencia, donde fue elegida abadesa, aunque no es posible precisar la fecha del envío. De acuerdo a Grau, M. Fassbinder y Omaechevarría fue trasladada hacia fines de 1228. De acuerdo al testimonio de Sor Pacífica, Inés estuvo presente en el momento en que Clara realizó el milagro del aceite[16], era, además, la receptora de las oraciones y del cariño de Clara.
El autor de la Leyenda de Santa Clara detalla que estando Clara al borde de la muerte se encuentra con Inés y profetiza que pronto la acompañará en el último viaje y que Dios le concederá un gran consuelo antes de que se separen[17]. La Leyenda de Santa Clara dice que murió dieciséis días después de la muerte de Clara. La fecha del 16 de noviembre tiene su origen en Mariano de Florencia, y posteriormente en Wadding. Según esta versión, Inés murió noventa y siete días después que Clara[18]. De hecho, Lodovico Iacobilli en su obra Bibliotheca Umbriae registra la muerte de Santa Inés el 27 de Agosto[19]. De acuerdo a Buttler, murió el 16 de Noviembre de 1253. En 1260 sus reliquias fueron trasladadas junto con las de su hermana a la nueva iglesia de Santa Clara. Fue Benedicto XIV quien concedió a los franciscanos el privilegio de celebrar su fiesta[20].

  1. INFANCIA Y JUVENTUD

Es realmente poco lo que conocemos de su infancia y juventud, además de lo que ya hemos anotado. Sor Bienvenida de Perusa nos habla de sus buenas costumbres: “se le consideraba virgen de alma y cuerpo, y la tenían en mucha estima todos los que la conocían, aun antes de entrar en religión. Todo por su mucha honradez, bondad y humildad”[21]. Este testimonio es de mucho valor, pues Sor Bienvenida afirma que había oído hablar de ella, y que vivió con ella en la misma casa. Sor Felipa de Messer Leonardo ratifica el testimonio de Sor Bienvenida y añade que “aún antes de que santa Clara entrase en religión era tenida como santa por todos los que la conocían”[22]. La misma idea es atestiguada por su hermana carnal Beatriz, quien añade que “su vida había sido casi angélica desde su niñez, ya que fue virgen y permaneció siempre en virginidad. Y era solícita en las buenas obras de santidad, y tanto que su buena fama se divulgó entre todos los que la conocían”[23]. De acuerdo a Bona de Guelfuccio, la vecina y amiga de Clara, ésta “era prudente y estaba siempre en casa; y se ocultaba no queriendo ser vista por los que pasaban delante de su casa, era también muy afable y ocupada en las buenas obras”[24].
En cuanto a su educación, es poco lo que sabemos por cierto. El Proceso nos dice que su madre la educó en la oración[25] y el amor a los pobres[26], sabía hilar y racer tela y conocía el arte de la costura, de acuerdo a las testigos hizo corporales y los mandaba a las iglesias[27]. Sabía leer y escribir Latín, cocinar y todo lo propio de una mujer dedicada al hogar. El mismo ambiente familiar acuñó ciertos valores en su vida: valor, nobleza, magnanimidad, disciplina, cortesía, etc.

  1. EL EXILIO

Es necesario situarnos en el contexto histórico de las fuerzas imperiales y papales. En 1176 las fuerzas imperiales de Federico Barbaroja fueron derrotadas en la batalla de Legnano por un grupo formado por las fuerzas del Papa Alejandro III y la llamada Liga Lombarda. Derrotado, el Emperador planea el matrimonio de su hijo Enrique VI con Constanza, la heredera al trono de Sicilia. Hijo de este matrimonio fue Federico II, nacido en 1194, pero su padre murió cuando él apenas tenía tres años, por lo que el poder imperial se derrumba y el papado aprovecha para someter a la Umbría a sus dominios.
Conrado de Urslingen, Duque de Espoleto y Conde de Asís, formaba parte de las fuerzas imperiales, pero a la muerte del Emperador, transfiere la lealtad de los pobladores a las fuerzas papales y entrega su fortaleza, incluyendo la Rocca en Asís.
Asís era una ciudad enemiga de Perusa, al morir el Papa Celestino y sucederle Inocencio III. Este último comenzó a dar privilegios a la ciudad de Perusa, por lo que los ciudadanos de Asís se revelaron y se lanzaron contra la nobleza de la ciudad, debido a esto, la nobleza se retira a Perusa. En esta guerra se aliaron a Asís Gubio, Nocera, Spello y Bevagna, mientras que Foligno se alió con Perusa.
Es en 1200 que la familia de Clara tiene que salir de Asís y buscar refugio en Perusa, ciudad gobernada por los nobles y en la que los Offreduccio poseían el castillo de Coccorano. Como se librara la batalla decisiva en el Puente San Gabriel en noviembre de 1202, y el grupo de Asís fuera derrotado, es posible pensar que Clara regresara en 1205[28] cuando ya habían cesado las hostilidades entre las dos ciudades. Con el tratado de 1203, la comunidad de Asís se comprometió a restaurar los bienes de los nobles y resarcir los daños ocasionados.

  1. COMPROMISO MATRIMONIAL

Clara tenía aproximadamente diecisiete años[29] cuando le llegó el tiempo de ser prometida (se acostumbraba prometer a las mujeres cuando tenían doce años y los hombres catorce, aunque la boda se celebrara años después). El caballero escogido por su padre era Rainerio de Bernardo, quien -de acuerdo a Arnaldo Fortini- conocía a Clara desde niña, en casa de su padre[30], pero Clara ya había decidido vivir su vida en virginidad[31]. Victoria Triviño dice que “según Lazzeri, el padre de Clara aún vivía en 1205 cuando la prometió, pero ya había muerto en 1210. Esto justificaría que se hable de la lucha incesante de sus parientes (para que se casara)”[32].

  1. PRIMEROS ENCUENTROS CON SAN FRANCISCO

En 1211 se encuentra con San Francisco por primera vez, de forma clandestina, quizá lo escuchó predicar en la catedral de San Rufino. Juan de Ventura, hombre de armas de la casa de los Favarone atestigua que “cuando madonna Clara oyó que San Francisco había elegido el camino de la pobreza, decidió en su corazón hacer ella lo mismo”[33]. La Leyenda nos dice que Clara gozaba en cada encuentro:
Oyó hablar por entonces de Francisco, cuyo nombre se iba haciendo famoso […] De inmediato quiere verlo y oírlo, movida a ello por el Padre de los espíritus, de quien tanto él como ella, aunque de diverso modo, habían recibido los primeros impulsos. Y no menos deseaba Francisco, entusiasmado por la fama de tan agraciada doncella, verla y conversar con ella […] La visita, pues, Francisco; y más aún, Clara a él, aunque moderan la frecuencia de sus entrevistas para evitar que aquella divina amistad pueda ser conocida de los hombres e interpretada maliciosamente por públicas habladurías; por eso, acompañada solamente por una íntima familiar y dejando el hogar paterno, la doncella menudeaba sus secretos encuentros con el varón de Dios, cuyas palabras le parecían llameantes y las acciones sobrehumanas”[34].
Según las declaraciones de Beatriz su hermana, parece que fue San Francisco quien primero visitó a Clara[35]. Madonna Bona de Guelfuccio dice, igualmente, que ella acompañaba a Clara en sus entrevistas con San Francisco y que además solía ir Fr. Felipe Longo[36]. Su conversación versaba en el amor a Cristo y la vida del Evangelio. Según Bartolomé de Pisa, Francisco durante uno de sus diálogos con Clara, queriendo probar su vocación le dijo: “si quieres que yo te crea, vístete de saco y ve a mendigar el pan por toda la ciudad de Asís. Clara obedeció pero, milagrosamente, no fue reconocida por nadie”[37]. Ya los bolandistas negaron toda autoridad a esta noticia.
Ahora bien, ¿cuáles eran las posibilidades que una mujer del siglo XIII tenía? Eran en realidad dos las opciones: Ad murus o Ad Maritus, es decir, el monasterio o el matrimonio. De hecho existían muchos monasterios que alojaban a mujeres aristócratas que no habían encontrado un matrimonio satisfactorio.
La invitación concreta a la vida del Evangelio es descrita por la misma Clara: “El Altísimo Padre celestial, por su misericordia y gracia, se dignó iluminar mi corazón para que, a ejemplo y según la doctrina de nuestro beatísimo padre Francisco, poco después de su conversión, hiciese yo penitencia”[38]. Hacer penitencia es entendido como consagrarse, vivir el Evangelio, salir del siglo.
La vivencia del Evangelio era entendida como vivir en pobreza; no hay que olvidar que ésta fue una de las grandes motivaciones de Francisco, el escuchar el texto de Mt 10 sobre el envío de los apóstoles en pobreza, el mandato de perfección es también a partir de la pobreza: “si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y luego sígueme” (Mt 19,21). Clara entra en esta dinámica del despojamiento, son varios los testigos del proceso de Canonización los que coinciden en que Clara renunció a su herencia. Uno de estos testimonios es el de su propia hermana Beatriz: “y vendió toda su herencia y parte de la herencia de la testigo y la dio a los pobres”[39], curiosamente no quiere vendérsela a su familia, aun cuando éstos ofrecían más que cualquier otro[40].

  1. ABANDONO DE LA CASA PATERNA

Al tener dieciocho años Clara decide abandonar el hogar, era la noche del 28 de Marzo de 1211, la noche del Domingo de Ramos. El autor de la Leyenda nos presenta este importante momento en la vida de Clara:
“Por fin, llegado el domingo, luciendo ante el grupo de señores las galas de la fiesta, entra en la iglesia con los demás. Allí ocurrió lo que fue un presagio oportuno que, apresurándose los otros a tomar los ramos, mientras Clara se queda quieta en su sitio por vergüenza, el pontífice desciende las gradas, se llega a donde ella está y pone la palma en sus manos. A la noche, disponiéndose a cumplir las instrucciones del santo, emprende la ansiada fuga con discreta compañía. Y como no le pareció bien salir por la puerta de costumbre, franqueó con sus propias manos, con una fuerza que a ella misma le pareció extraordinaria, otra puerta que estaba obstruida por pesados maderos y piedras”[41].
En este texto hay varios elementos a analizar. Primeramente veamos qué era esa segunda puerta. Existen varias opiniones al respecto, algunos piensan que se trataba de una puerta utilizada para sacar los cadáveres de las personas que morían, pero de acuerdo a Mario Salmi, esto es una invención del siglo XIX, él opina que se trataba de una puerta que se encontraba en la parte posterior de la casa, pues en tiempos de guerra las puertas principales se cerraban.
Otro aspecto a analizar es la acompañante de Clara en el momento de su fuga, y que la Leyenda sólo nos dice que se trataba de una “discreta compañía”. Obviamente no se trata de Bona de Guelfuccio, pues ésta se encontraba de peregrinación en Roma, visitando la iglesia de Santiago[42]. La mayoría de los estudiosos coinciden en que se trata de Pacífica de Guelfuccio, pues ella misma dice que “había entrado en religión junto con ella”[43]. Aquí hay necesidad de reflexionar las palabras del Proceso: ¿Clara abre sola la puerta o va sola? El testimonio de Sor Cristina de messer Bernardo de Suppo de Asís nos dice:
“Temiendo que se le impidiese la marcha, no quiso salir por la puerta acostumbrada, sino que se dirigió a otra puerta de la casa, la cual, para que no se pudiese abrir, estaba atrancada con unos troncos pesados y con una columna de piedra, estorbos que difícilmente hubieran podido ser removidos por muchos hombres”[44].
Victoria Triviño argumenta que ¿si Clara no iba sola, entonces por qué Pacífica silencia que ella la acompañó en su huida? En su opinión, Clara salió sola, y el autor de la leyenda escribió que con discreta compañía por fines morales[45], lo cual parece bastante posible.
Un punto interesante es que el Obispo se haya acercado a Clara y le haya dado la palma en las manos, lo cual nos hace pensar que el Obispo estaría al corriente de lo que sucedía entre Francisco y Clara, y que lo avalaba. En realidad esto nos parece evidente, pues era difícil que Francisco no hubiera recurrido a la autoridad eclesiástica cuando se trataba de una nueva forma de vida religiosa; además, hay que tener en cuenta que Clara tiene un lugar en el monasterio de las monjas benedictinas de San Pablo de las Abadesas[46], lo cual habría sido difícil sin el aval del Obispo.
De acuerdo a Triviño , Clara salió de la ciudad a través de la vía Porta Perlici o por la Porta Nova, donde la recogieron los frailes y la acompañaron hasta la Porciúncula[47].

  1. RECEPCIÓN A LA VIDA FRANCISCANA

La historia continúa con la recepción de Clara en la Porciúncula, esto está atestiguado por Bonna de Guelfuccio, quien declara que Francisco le cortó los cabellos en la iglesia de Santa María de la Porciúncula[48]. Este es también el testimonio de Beatriz, la hermana de Clara, quien dice: “San Francisco la tonsuró ante el altar, en la iglesia de la Virgen María, llamada Porciúncula, y después la llevó a la iglesia de San Pablo de las Abadesas”[49]. En cuanto a lo que allí ocurrió, la Leyenda nos dice :
“Y así, abandonados el hogar, la ciudad y los familiares, corrió a Santa María de Porciúncula, donde los frailes, que ante el pequeño altar velaban la sagrada vigilia, recibieron con antorchas a la virgen Clara. De inmediato, despojándose de las basuras de Babilonia, dio al mundo libelo de repudio; cortada su cabellera por manos de los frailes, abandonó sus variadas galas […] inmediatamente San Francisco la trasladó a la iglesia de San Pablo, para que en aquél lugar permaneciera hasta tanto que el Altísimo dispusiera otra cosa”[50].
En este relato de la Leyenda se nos habla de una ceremonia litúrgica en la que Clara se despoja de sus vestidos para tomar una túnica y una cuerda. No se menciona el velo, pero éste es evidente cuando la familia va al monasterio de San Pablo para llevarla de nuevo a casa, Beatriz su hermana declara que “como sus parientes quisieron sacarla de allí, madonna Clara agarró los manteles del altar y se descubrió la cabeza, mostrándola rapada”[51]. Esto era, además, la pública proclamación de su consagración al Señor, los familiares no se atreven a continuar con la violencia, pues como consagrada, existía la pena de excomunión para quien la tocara.
Al poco tiempo, algunos opinan que una semana, otros que diecisiete días (la Semana Santa y la de Pascua), Clara dejó la abadía para alojarse en el convento del Santo Ángel de Panzo. Este dato lo conocemos por la propia Beatriz: “Más tarde, San Francisco, fray Felipe y fray Bernardo la llevaron a la iglesia del Santo Ángel de Panzo, donde estuvo poco tiempo”[52]. Este monasterio (algunos opinan que era de beguinas, otros que era también de Benedictinas), era mucho más modesto, ¿quizá fuera esta la razón por la que Clara quiso salir de San Pablo? estaba situado en la parte oriental del monte Subasio, a tres kilómetros de la ciudad. Es en este lugar donde se le une su hermana Catalina (a la que, como hemos visto, se dice que Francisco le cambió el nombre por el de Inés). La Leyenda nos dice:
“…a los dieciséis días de la conversión de Clara, Inés inspirada por el Divino Espíritu, se dirige presurosa a donde su hermana y, descubriéndole el secreto de su voluntad, le confesó que quería consagrarse por entero al Señor. Ella, abrazándola gozosamente, exclamó: doy gracias a Dios, dulcísima hermana, porque ha atendido mi solicitud en favor de ti”[53].
Este acontecimiento trajo de nuevo el revuelo en la familia, y el tío Monaldo, usando la fuerza quiso traerla a casa. El autor de la Leyenda de Santa Clara describe la escena de manera dramática:
“En cuanto se enteran de que Inés había pasado a vivir con Clara, corren al día siguiente hacia el lugar doce hombres encendidos en furia y, disimulando al exterior el malvado plan, fingen una visita pacífica […] Pero en cuan to se encaran con Inés […] un caballero se lanzó sobre ella con ánimo enfurecido y, sin perdonar puñetazos ni patadas, trataba de arrastrarla por los pelos, mientras los otros la empujaban y la alzaban en brazos”[54].
Un elemento milagroso es introducido en la escena:
“Clara, postrándose en oración entre lágrimas, pide para su hermana constancia en el propósito y suplica que la fuerza de aquellos hombres se vea superada por el divino poder. Y de pronto, efectivamente, el cuerpo de Inés, caído en tierra, parece cargarse de tanto peso, que, aunados los esfuerzos de los numerosos hombres, no pueden de ninguna manera transportarlo más allá de un arroyuelo […] su tío Monaldo, llevado de furiosa rabia, intenta golpearla brutalmente con el puño, cuando sintió de repente que un dolor atroz le invadía la mano levantada para golpearla y por mucho tiempo le siguió atormentando ese angustioso dolor”[55].
El hecho de que Favarone no esté presente en la expedición y que sea el tío Monaldo quien la dirige nos hace pensar que Favarone ya había muerto. De acuerdo a los estudiosos, Clara y su hermana permanecieron en el Santo Ángel de Panzo tres semanas. Otros, como Victoria Triviño piensan que pasaron allí varios meses, el testimonio de Inés sólo dice: “poco tiempo”. De allí pasan a San Damián, donde de acuerdo a la Leyenda vivió sin salir de allí: “En este estrecho reclusorio, durante cuarenta y dos años, quebró con los azotes de la disciplina el alabastro de su cuerpo, a fin de que la casa de la Iglesia se inundara de sus aromas”[56]. Algunos autores, como Cuthbert[57], sostienen la veracidad del relato del libro de las Florecillas, en el cual Francisco y Clara tienen un día de campo en Santa María de los Ángeles, en el que todo el convento y el bosque parecían arder en fuego divino[58]. Sin embargo, es significativo que ninguna de las hermanas que fueron testigos en el proceso de canonización recuerda el hecho.

  1. EL SEÑOR LE DA HERMANAS

Como es de suponerse, Clara es la primera en formar el grupo, seguida por Pacífica, quien según su propio testimonio, al ser preguntada sobre como sabía la vida que Clara había llevado responde: “había entrado en religión junto con ella”[59], si Luego le siguió Inés Favarone, Sor Bienvenida de Perusa. Conocemos por el Proceso de Canonización el nombre de otras hermanas, tales como Sor Balbina, Sor Cecilia de Spello, Sor Felipa de Gisliero de Asís, Sor Balbina de Corano, Sor Cristina de Asís, Sor Inés de Asís, Sor Bienvenida de Asís, Sor Angeluccia de Espoleto, Sor Beatriz Favarone, Sor Francesca de Coll de Mezzo, Sor Amada de Corano y Sor Cristina de París.

  1. LA FORMA DE VIDA DE SANTA CLARA

Sabemos que San Francisco dio a Clara no sólo el ideal evangélico, sino que le mostró la forma concreta de seguirlo a través de lo que se ha llamado la forma vivendi. Clara misma nos dice:
“Después de que el Altísimo Padre celestial se dignó, por su misericordia y gracia, iluminar mi corazón para que, con el ejemplo y las enseñanzas de nuestro beatísimo padre Francisco, hiciese yo penitencia, poco después de su conversión, le prometí voluntariamente obediencia, junto con las pocas hermanas que el Señor me había dado poco después de mi conversión […] y movido a piedad para con nosotras, se obligó a tener siempre, por sí y por medio de su Orden, diligente cuidado y especial solicitud de nosotras […] Después nos dio por escrito una forma de vida, en la cual nos encarecía, sobre todo, que perseveráramos siempre en la santa pobreza […] además nos dejó muchos escritos”[60].
Esta forma de vida tenía como fundamento la pobreza y la santa unidad. Un fragmento de esta forma de vida se ha conservado en el capítulo VI de la Regla de Santa Clara:
“Ya que, por divina inspiración, os habéis hecho hijas y siervas del altísimo sumo Rey Padre celestial y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir según la perfección del Santo Evangelio, quiero y prometo dispensaros siempre, por mí mismo y por medio de mis hermanos, y como a ellos, un amoroso cuidado y una especial solicitud”[61].
Desgraciadamente, a esta forma de vida evangélica le hacía falta valor jurídico, no era en sí misma una Regla y la forma de vida aprobada oralmente por el Papa para los frailes no les alcanzaba a ellas. Más aún, el IV Concilio de Letrán en el canon 13 había prohibido que se escribieran nuevas Reglas, más bien, recomendaba que se tomara algunas de las ya existentes[62]. Como la disputa continuaba, en 1219 Hugolino recibió autorización del Papa para solucionar el problema. La solución fue darles una forma de vida más estable, para lo cual escribió una Regla para las hermanas de San Damián en 1218, y para las hermanas de Monticello, Monte Lucio, Santa María extra Portam de Canuillia y Santa María de Grataiola en 1219. Esta forma de vida se fundamentaba en la Regla de San Benito[63], de hecho, esta fue la Regla que Clara y sus hermanas profesaron. De acuerdo a Omaechevarría, uno de los colaboradores en la labor fue Fr. Felipe Longo, pues Mariano de Florencia dice que compuso a las damas pobres unas constituciones que, en su opinión, pueden identificarse como la forma vitae hugoliniana. Su argumento es que Fr. Felipe era el visitador general de las hermanas, después de que Francisco zarpó para el Oriente en 1219, y Fr. Felipe, que conocía bien las observancias regulares de San Damián, las tomó como base para la forma de vida[64].
Se conocen varios ejemplares de esta forma de vida: el de Pamplona del 12 de abril de 1228, otro de Pamplona del 31 de Enero de 1245[65], el de Santa Catalina de Zaragoza del 18 de Mayo de 1238, el de Ascoli Piceno del 24 de Mayo de 1239, el de Salamanca del 7 de Julio de 1245, el del Registro Vaticano del 13 de Noviembre de 1245.
Después de 1219, el número de monasterios se incrementó enormemente, muchos de éstos no estaban de acuerdo con la Regla de Hugolino y con el hecho de profesar la Regla de San Benito, por ejemplo, Inés de Praga pide explícitamente que se omitiera la mención de la Regla de San Benito en la Regla que le fue concedida a su monasterio.
En un principio, el Papa Inocencia IV insistió en el uso de la Regla de San Benito, pero luego promulgó su propia Regla titulada Cum omnis vera religio el 6 de Agosto de 1247, que añade muchas cosas, pero omite la profesión de la Regla de San Benito. Esta Regla no fue muy aceptada, por lo que el Papa insistió en su aceptación con el decreto papal Quoties a nobis del 23 de Agosto de 1247[66]. Finalmente, en 1253 Clara escribe su propia Regla.
Los últimos años de la vida de Clara se caracterizaron por una lucha en plasmar su propia forma de vida, que fuera más franciscana. Al escribir esta forma de vida, Clara se convierte en la primera mujer en la historia en escribir una Regla religiosa, inaugurando así una nueva época para las mujeres en la vida de la Iglesia. Muchos han sentido la tentación de interpretar esta Regla a la luz de la experiencia de Francisco de Asís, pues ciertamente tomó muchas ideas de la Regla de Francisco, lo cual nos parece lógico, sin embargo, este documento es la expresión de la vida religiosa tal y como Clara la entendía, no como Francisco la entendía. Se mantiene una misma espiritualidad, pero se articula de forma diferente.
El 16 de Septiembre de 1252 el Cardenal Raynaldus dei Conti di Segni, el protector de las Damas Pobres aprobó la Regla de Santa Clara en nombre del Papa, pero esto no fue suficiente para Clara, por lo que continuó luchando hasta que Inocencia IV aprobó su Regla el 9 de Agosto de 1253 con el documento Solet Annuere.
El texto aprobado fue llevado a Clara el 10 de Agosto y al siguiente día Clara muere. Aunque este documento se había perdido entre las reliquias de la Santa hasta 1893, el documento original, con el sello de aprobación aún se conserva en el protomonasterio de Santa Clara en Asís.

  1. EL PRIVILEGIO DE LA POBREZA

Era práctica común que los monasterios tuviesen alrededor tierras para ser cultivadas, de forma que ayudaran al sostenimiento de la comunidad monacal. Dentro del contenido de la Regla que Hugolino escribió para las damas pobres había cierta apertura para la renuncia de los bienes a nivel comunitario, lo cual era algo novedoso en la época. El Cardenal Hugolino pide que sea otorgado un privilegio, pues el monasterio carecía de propiedad sujeta a tributos. La excepción fue concedida por el Papa el 27 de Agosto de 1218.
Sin embargo, el mismo Hugolino debió haber visto que el vivir sin propiedades o posesiones producía inquietudes en la Curia Romana, de modo que, siendo elegido Papa empezó a ofrecer posesiones a las Damas Pobres, de modo que, viendo Clara que no era suficiente la apertura que la Regla de Hugolino tenía, pide la confirmación del privilegio obtenido en 1218, el Papa lo ratifica con un documento fechado el 17 de Septiembre de 1228 para el monasterio de San Damián, y el 16 de Junio de 1229 para el monasterio de Monticelli.
Un texto del pergamino original se conserva en el Protomonasterio de Santa Clara, el original no se conserva[67].

  1. LOS MILAGROS

La vida en santidad es portadora de los dones de Dios, es a través de estas personas especiales que el Espíritu Santo actúa. Los Hechos de los Apóstoles nos habla de varios dones: lengua, profecía, etc. Santa Clara poseía el don de sanación. Esto es claro en la lectura del Proceso de Canonización y en la Leyenda de la santa, en las que se reportan curaciones de hidropesía, fístulas graves, tos grave e impedimento para ingerir alimento, enfermedad cerebral, con amnesia y dolor agudo, fiebre y escrófulas, fiebre y un absceso, dolor de cadera, locura, nube en un ojo, sordera crónica y obstrucción nasal por un guijarro. Los gestos de Clara en las curaciones es siempre la señal de la cruz, en ocasiones la imposición de manos y el tocar la parte enferma[68]. Otro de los milagros de Clara, quizá el más famoso de todos, es cuando los sarracenos intentaron asaltar el monasterio. Esta historia es narrada por el autor de la Leyenda:
“En esta situación, lanzose una vez el furor enemigo contra Asís, ciudad predilecta del Señor, y avecinándose ya el ejército a las puertas, los sarracenos, gente pésima sedienta de sangre cristiana y capaz de los peores crímenes, cayeron sobre San Damián y entraron en él, hasta el claustro mismo de las vírgenes. Se derriten de terror los corazones de las damas pobres, balbucean presas de espanto y acuden a su madre entre lágrimas. Esta, impávido el corazón, manda, pese a estar enferma que la conduzcan a la puerta y la coloquen frente a los enemigos, llevando ante sí la cápsula de plata, encerrada en una caja de marfil, donde se guarda con suma devoción el Cuerpo del Santo de los Santos”[69].
De las quince testigos en el proceso, diez recuerdan el incidente y nos dicen que salieron ilesas gracias a la oración de Clara. Sor Felipa recuerda que Clara dijo:
“Hermanas e hijitas mías, no tengáis miedo, pues, si Dios está con nosotras, los enemigos no podrán ofendernos. Confiad en el Señor Jesucristo, que Él nos librará. Y yo quiero seros fiadora de que no nos harán ningún mal, si vienen, ponedme delante de ellos. Un día atacando de improvisto los enemigos para destruir la ciudad de Asís, unos sarracenos escalaron el muro del monasterio y bajaron al claustro, lo que produjo gran temor entre las hermanas. Pero la santísima madre las animaba a todas y despreciaba las fuerzas de ellas, diciendo: no temáis, que no podrán hacernos daño. Y dicho esto, recurrió a la ayuda de su acostumbrada oración. Y la virtud de ésta fue tal, que los dichos enemigos sarracenos huyeron como si hubieran sido puestos en fuga, sin hacer mal alguno, sin tocar a nadie de la casa”[70].
Al final de cuentas, ¿cuál era el peligro? Una violación masiva; las religiosas no temían que las pudieran robar, sino que temían por su propia integridad. En los retratos clásicos Clara es representada de pie, cargando una custodia con la cual ahuyenta a los enemigos, pero como hemos visto, los testimonios no hablan de ninguna custodia, sólo de la oración de la santa. Por otra parte, el autor de la Leyenda sí nos habla de lo que podría ser una custodia. Esto nos pone ante una encrucijada, ¿a cuál darle validez? Por la cercanía y por la fidelidad preferimos tomar como verídico el relato de las testigos del Proceso, pues además de ser ellas mismas las que vivieron el incidente, no tienen motivaciones teológicas como la Leyenda. Es posible que el autor hable del Cuerpo del Señor para hacer resaltar su presencia sacramental, cosa que en la época estaba en su apogeo, el Papa y Francisco habían mandado cartas al respecto, el Concilio había hablado sobre la importancia de la Eucaristía, de ahí que pensemos que se trata de una intervención teológica del autor de la Leyenda de Santa Clara.

  1. MUERTE

Clara muere el 11 de Agosto de 1253. Existe un documento que notifica oficialmente la muerte de la santa[71]. Se trata de una carta circular por la cual se comunica a todas las hermanas del mundo el acontecimiento de la muerte de Clara. Este documento contiene un resumen de la vida de la santa, al parecer redactado por las mismas hermanas. Esta carta desapareció por muchos años, fue encontrada en una antología de diplomas de las cancillerías imperial y pontificia del S. XIII de la Biblioteca Landau de Florencia. El texto fue publicado por Lazzeri en AFH 13 (1920) 496-99[72].
Su cuerpo fue trasladado en 1260 a la actual Basílica de Santa Clara, desgraciadamente no se supo a ciencia cierta donde quedó su cuerpo, el cual fue encontrado hasta 1850.

  1. CANONIZACION

Clara fue canonizada por Alejandro IV en la catedral de Anagni, el 26 de Septiembre de 1255, en el primer año de su pontificado. Existe el documento de su canonización, de hecho existen varios documentos con su sello de plomo, pero no se conocía ningún texto auténtico hasta que Lazzeri publicó el texto conservado en el archivo de Castel Sant’ Angelo 448. Este documento fue expedido el 19 de Octubre de 1255[73].
CONCLUSIÓN
Al llegar al fin de nuestro trabajo, hemos llegado a lo que buscábamos: encontrar en la vida de Clara la forma en que siguió las huellas de Jesucristo, un Jesús que no sólo paso por la historia, sino que El mismo hizo historia, que dejó una huella indeleble en la sociedad no sólo de su tiempo sino de todos los tiempos.
Clara de Asís, seguidora de las huellas de Jesucristo también hizo historia, su vida de santidad y su espiritualidad han perdurado a lo largo de ocho siglos, invitando por medio de sus obras al seguimiento del que en la tradición Franciscana es llamado “Mi Dios y mi Todo”. Es, también una invitación para que nosotros no sólo pasemos por la historia, sino que a ejemplo de Jesús, Francisco y Clara, hagamos historia, y una historia santa.
 
Via Espíritu y Vida. 
 
 


[1]      Este documento fue escrito entre 1255 y 1256 a petición del Papa Alejandro IV. La edición crítica más aceptada es la de Penacchi: Tomás de Celano, Legenda Sanctae Clarae Virginis, (ed. Francesco Pennachi), Tipografía Metastasio, Assisi 1910, pero también existe la de Fausta Casolini, Legenda Sanctae Clarae Virginis tratta dal ms. 338 della Bibl. Comunale di Assisi, Assisi 1910. Ha habido muchas discusiones en torno a la paternidad literaria de Tomás de Celano, por lo que nosotros preferiremos dejar la cuestión abierta ya que hasta ahora, la evidencia no nos permite afirmar o negar la autoría de Celano. De aquí en adelante esta obra será citada como LegCl. Todas las citas de las Biografías Primitivas, de los Documentos y de los escritos de santa Clara serán tomados de la edición de I. Omaechevarria, Escritos de Santa Clara y Documen1os Complementarios, BAC, Madrid 1982. De aquí en adelante será citado como Oma.
[2]    Este documento fue dado a conocer por el P. Zeferino Lazzeri en 1920. El documento recoge las declaraciones de las monjas que el 24 de noviembre de 1253 juraron ante Messer Bartolomeo, Obispo de Espoleto, Martino (notario), Leonardo, Arcediano de Espoleta Giacomo de Trevi y tres Hermanos Menores (Fr. Marcos, que era el capellán de San Damián, Fr. Ángel de Rieti y Fr. León). Cf. A. Lazzeri, “Proceso” en Archivum Franciscanum Historicum 13 (1920), p. 403-438. De aquí en adelante será citado como Proc.
[3]    M. V. Triviño, Clara de Asís Ante el Espejo. Historia y Espiritualidad, Paulinas, Madrid 1991, p. 36. De aquí en adelante será citada como Triviño.
[4]    LegCl 2, en Oma, p. 135; cf. Proc. IV, 16; VI, 12.
[5]    Proc. III, 28, en Oma, p. 83.
[6]    Bienvenida de Perusa es la segunda Testigo en el Proceso de Canonización de Santa Clara, comenzó su vida religiosa poco después que Santa Clara. Cf. Proc. II, 1.10, en Oma p. 73 y 75.
[7]    Pacífica de Guelfuccio es la primera testigo del Proceso. Según su propio testimonio entró en religión junto con Clara. Cf. Proc. I, 4, en Oma, p. 69.
[8]    Sus deducciones se fundamentan en un documento del siglo XVII de Anton Francesco Zazzerra, titulado: Della nobilita dell’Italia, Napoli 1615. Cf. G. Fortini, “The Noble Family of St. Clare of Assisi”, en Franciscan Studies42 (1982), p. 48-67. De aquí en adelante será citado como Fortini.
[9]    Cf. Fortini, p. 49 y 52.
[10]   Cf. LegCl 1, en Oma, p. 135.
[11]   LegCl 1, en Oma, p. 135.
[12]   Proc. XII, 11, en Oma, p. 87.
[13]   Proc. XII,1.3, en Oma, p. 103-104 .
[14]   Cf. “Chronica de los XXIV Generales”, en Analecta Francescana 3 (1897), p. 173-82. Un buen resumen biográfico puede ser visto en C. A. Lainati, Santa Chiara D’Assisi, Ed. Protomonasterio S. Chiara, Assisi 1969, p. 101-112.
[15]   Cf. Oma, p. 361, nota 1.
[16]   Cf. Proc. I,15, en Oma, p. 72.
[17]   Cf. LegCl, 43, en Oma, p. 177-178
[18]   Cf. AFH 13 (1920), p. 436. El texto de la leyenda dice “mortua est post (eam, scil, Claram) die XXVII mensis, XVI transactis diebus” (a los dieciséis días transcurridos desde la muerte de Clara).
[19]   Cf. Lodovico Iacobilli, Bibliotheca Umbriae, Foligno 1658, en Archivum tranciscanum Historicum 13 (1920), p. 436.
[20]   Para más información Cf. A. Butler, Vidas de los santos, (t. 4), John W. Cutle SA, México 1965, p. 356.
[21]   Proc, II, 2 en Oma, p. 73.
[22]   Proc. III, 2 en Oma, p. 78.
[23]   Proc. XII, 1 en Oma, p. 103.
[24]   Proc. XVII, 4 en Oma, p. 112.
[25]   Cf. LegCl 3, en Oma, p. 136.
[26]   Proc, I, 3, en Oma, p. 69.
[27]   Proc, I, 11, en Oma, p. 70.
[28]   Cf. H. Roggen, Lo Spiritu di Santa Chiara, Biblioteca Francescana, Milán 1970, p. 10,6.
[29]   Cf. Proc, XIX,2, en Oma, p. 114.
[30]   Cf. A. Fortini, “Nuove Notizie in torno a santa Chiara d’Assisi”, en AFH 46 (1953), p. 18.
[31]   Cf. Proc. XIX, 2, en Oma, p. 114.
[32]   Triviño, p. 68.
[33]   Proc. XX, 6, en Oma, p. 115.
[34]   LegCl 5, en Oma, p. 137-38; cf. Proc. XII, 2.
[35]   Proc. XII, 2, en Oma, p. 103.
[36]   Proc. XVII, 3, en Oma, p. 1-12.
[37]   B. De Pisa, “De ConformitateVitae Beati Francisci ad Vitam Domini lesu” en AF 4 (1906), p. 352.
[38]   TestCl 4, en Oma, p. 342.
[39]   Proc. XII, 3 en Oma, p. 104.
[40]   Proc. XII, 11 en Oma, p. 107.
[41] LegCl 7 en Oma, p. 140; cf. Proc. XIII, 1, en Oma, p. 105.
[42]   Proc. XVII, 5, en Oma, p. 112.
[43]   Proc. I, 3, en Oma, p. 69.
[44]   Proc. XIII, 1, en Oma, p. 105.
[45]   Cf. Triviño, p. 76-77.
[46]   Se trata de un antiguo monasterio de benedictinas situado a cuatro kilómetros de la ciudad de Asís, en dirección a Perusa, cerca del cementerio de Bastia Umbra. Cf. LegCl 8, en Oma, p. 141.
[47]   Trivino, p. 77.
[48]   Proc. XVII, 5, en Oma, p. 112.
[49]   Proc. XII, 4, en Oma, p. 104.
[50]   LegCl 8, en Oma, p. 140-141.
[51]   Proc. XI, 4, en Oma, p. 104.
[52]   Proc. XII, 5, en Oma, p. 194.
[53]   LegCl 24, en Oma, p. 159-160.
[54]   LegCl 25 , en Oma, p. 160.
[55]   LegCl 26 , en Oma, p. 161.
[56]   LegCl 10 , en Oma, p. 143.
[57]   F. Cuthbert, “A Disputed Story Concerning St. Clare” en AFH 6 (1913), p. 632-643.
[58]   Cf. Flor XV, en J. A. Guerra, San Francisco de Asís Escritos Biografías y Documentos de la Época, BAC, Madrid 1978, p. 825-827. De aquí en adelante será citado como Guerra.
[59]   Proc, I,3 , en Oma, p. 69.
[60]   TestCl 14-15, en Oma, p. 342-343.
[61]   Proc,  1-2, en Oma, p. 118.
[62]   Este Concilio se celebró del 11 al 30 de Noviembre de 1215. Se dice que allí se conocieron San Francisco y Santo Domingo de Guzmán.
[63]   Cf. Bullarium Franciscanum, (ed. J. Sbaralea), Roma 1759): 1, 3.4.13. El texto en español puede ser leído en Oma, p. 214-29.
[64]   Cf. Oma, p. 208; I. Omaechevarria, “Nueva Valoración de la Forma Vitae del Cardenal Hugolino” en Antonianum 53 (1978), p. 343-346.
[65]   Ambos documentos, llamados P1 y P2 se encuentran en Santa Engracia de Olite.
[66]   Cf. L. Oliger, “De Origine Regularum Ordine S. Clarae”, en AFH 5 (1912), p. 181-209; 413-447.
[67]   Para ver el texto del documento y tener más información, cf. Oma, p. 229-232.
[68]   Para más información cf. Triviño, p. 324-25.
[69]   Leg Cl 21 , en Oma, p. 156.
[70]   Proc, III,18 , en Oma, p. 81-82.
[71]   Este documento puede ser encontrado en Oma, p. 56-59.
[72]   Cf. Oma, p. 55-56.
[73]   Para más información ver Oma, p. 115-127.