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Homilía para la Eucaristía del Domingo 15 de enero de 2017

Que tengan un buen descanso y el Señor les dé la Paz y el Bien. Hno. Pastor.

DOMINGO II DEL AÑO.

Isaías 49,3.5-6: Vocación y misión del profeta: reunir al Pueblo de Dios disperso y ser luz de las naciones. Esto está dentro del segundo cántico del “Servidor sufriente”.

Juan 1,29-34: Jesús es presentado por el Bautista como el Cordero de Dios, enviado para quitar el pecado. Cordero, que en la cultura religiosa de los judíos, significa que salva al Pueblo de Dios.

1.- La Palabra nos habla de vocación y misión, llamado y envío, discípulo – misionero. Vamos por parte. El ser discípulo es, al mismo tiempo, un llamado, una gracia; pero también es una opción, una decisión de la persona que acepta al Señor. Es el Señor el que llama e invita. Isaías se sintió llamado desde el vientre materno. Y no sólo él, muchos en la Biblia aparecen agraciados, favorecidos con la llamada y también con la pronta respuesta del que ha sido llamado. Cuando el Señor llama a alguien lo capacita para que pueda ser realmente un discípulo. ¿Cómo? Abre el oído y da lengua de discípulo. Como dice Isaías 50,4: “cada mañana El despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo”). Cuando el Señor llama concede su gracia de escuchar su voz. De modo que el verdadero discípulo es el que escucha al Señor.

2.- El que es llamado tiene una misión que cumplir: ser luz, reunir al Pueblo de Dios.

Jesús, el ungido con el Espíritu Santo, tiene una misión. San Juan en su evangelio llama a Jesús “Cordero de Dios”. Con este vocablo se evoca la figura del “Servidor sufriente”, que se entrega a la muerte como cordero inocente para expiar el pecado del mundo y también evoca al cordero pascual de la liberación de Israel.

Estamos acostumbrados a decir que Jesús es EL MAESTRO, y lo es. Pero no debemos perder de vista que El también encarna al “Servidor de Dios”. Entonces podemos decir que Jesús es también el VERDADERO DISCIPULO, el que fue enviado a salvar a todos.

3.- Llama la atención lo que dice el salmo 39, que es el salmo responsorial: “Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento (discípulo); no pediste holocausto ni sacrificios, entonces dije: Aquí estoy”.

Porque Jesús fue el Discípulo y el Servidor por excelencia, por eso pudo cumplir con la misión que el Padre le dio. Y porque supo obedecer y cumplir con lo que se le mandó, por eso ahora es el Maestro y el Señor.

De modo que Jesús nos enseña a ser discípulos comportándose El como discípulo. Por eso El es un verdadero Maestro, porque enseña con la vida. Y si esto es así, el camino a recorrer por los que hemos optado por El no es otro que El mismo, hacer lo que El hizo. Lo dice san Juan: “el que dice que permanece en El, debe andar como El” (1Juan 2,6).

4.- Nos reunimos como discípulos en torno al Maestro, dispuestos a seguir su ejemplo. El es el Cordero inmolado por nosotros. Con El y como El la Iglesia tiene la misión, una función salvífica e iluminadora. Esta tarea es de todos los enviados por Dios. Cristo el primero. Después los Apóstoles. Ahora todos y cada uno de los cristianos.

En la Eucaristía entramos a participar en el Banquete de bodas del Cordero, que no sólo perdona, sino quita el pecado. Por eso, acerquémonos con confianza a celebrar.

                                                      Hermano Pastor Salvo Beas.