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EDD. sábado 07 de enero de 2017

Sábado en Tiempo de Navidad
http://www.eucaristiadiaria.cl/dia_cal.php?fecha=2017-01-07
San Raimundo de Peñafort, presbítero
Memoria libre
Color: blanco

El dominico catalán Raimundo de Peñafort (1175-1275) fue uno de los grandes maestros de la Teología moral y del Derecho canónico de su tiempo. Ingresó a la Orden de Predicadores en 1222. Durante dos años fue Maestro de la Orden. Tuvo gran celo por la difusión de la fe entre los sarracenos.
Fue conocido también por sus esfuerzos en la formación de los presbíteros, especialmente en lo que hace al ministerio de la Reconciliación.
Murió casi centenario, el 6 de enero de 1275. Fue canonizado el 29 de Abril de 1601 y es patrono de los juristas.
Antífona de entrada Gal 4, 4. 5
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, para hacemos hijos adoptivos.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que diste al presbítero san Raimundo una gran misericordia para con los pecadores y los cautivos, concédenos por su intercesión que, libres de la esclavitud del pecado, realicemos con libertad de espíritu lo que te agrada. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura
Él nos escucha en todo lo que le pedimos.
Lectura de la primera carta de san Juan     5, 14-21
Hijos míos:
Tenemos plena confianza de que Dios nos escucha si le pedimos algo conforme a su voluntad. Y sabiendo que Él nos escucha en todo lo que le pedimos, sabemos que ya poseemos lo que le hemos pedido.
El que ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida.
Me refiero a los que cometen pecados que no conducen a la muerte, porque hay un pecado que lleva a la muerte; por éste no les pido que oren.
Aunque toda maldad es pecado, no todo pecado lleva a la muerte.
Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Hijo de Dios lo protege, y el Maligno no le puede hacer nada.
Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el poder del Maligno. Y sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero; y nosotros permanecemos en el que es Verdadero, en su Hijo Jesucristo.
Él es el Dios verdadero y la Vida eterna.
Hijitos míos, cuídense de los ídolos.
Salmo responsorial    149, 1-6a. 9b
R/. El Señor ama a su pueblo.
Canten al Señor un canto nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que Israel se alegre por su Creador y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.
Celebren su Nombre con danzas, cántenle con el tambor y la cítara, porque el Señor tiene predilección por su pueblo y corona con el triunfo a los humildes.
Que los fieles se alegren por su gloria y canten jubilosos en sus fiestas.  Glorifiquen a Dios con sus gargantas ésta es la victoria de todos sus fieles.
EVANGELIO
Aclamación al Evangelio
Aleluya.
Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su pueblo. Aleluya.
EVANGELIO
Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan      2, 1-11
Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.  Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y, como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros?  Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que Él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y, como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y le dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y, cuando todos han bebido bien, se trae el de calidad inferior. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”.
Éste fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea.  Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él.
Meditación del Papa
 
http://es.catholic.net/op/articulos/37144/www.messt.org
En nuestros días, mientras por desgracia se constata la multiplicación de las separaciones y de los divorcios, la fidelidad de los cónyuges se ha convertido en sí misma un testimonio significativo del amor de Cristo, que permite vivir el matrimonio para lo que es, es decir, la unión de un hombre y de una mujer que, con la gracia de Cristo, se aman, y se ayudan durante toda la vida, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad. La primera educación a la fe consiste exactamente en el testimonio de esta fidelidad al pacto conyugal; de ella los hijos aprenden sin palabras que Dios es amor fiel, paciente, respetuoso y generoso. La fe en el Dios que es Amor se transmite antes que nada con el testimonio de una fidelidad al amor conyugal, que se traduce naturalmente en amor por los hijos, fruto de esta unión. Pero esta fidelidad no es posible sin la gracia de Dios, sin el apoyo de la fe y del Espíritu Santo. Este es el motivo por el cual la Virgen María no deja de interceder ante su Hijo, para que -como en las bodas de Caná- renueve continuamente a los cónyuges el don del «vino bueno», es decir de su Gracia, que permite vivir en «una sola carne» en las distintas edades y situaciones de la vida. (Benedicto XVI, 8 de junio de 2011).
Reflexión
Ningún acontecimiento familiar mueve a propios y extraños como una boda. Son familias enteras que se unen para la creación de una familia. La alegría es grande en todas las épocas y en todos los continentes. Todos los pueblos tienen sus propios rituales y sus liturgias familiares para obsequiar a los novios que se preparan para emprender toda una vida juntos.
Israel tenía su propio ritual, su liturgia propia, donde se mezclaba la alegría humana, y la religiosa, que eran como dos rostros de una misma alegría religiosa.
En el pueblo sencillo, las gentes arreglaban con mucho tiempo la fiesta de bodas. En la vida monótona y gris de los pueblos alejados de la gran capital, Jerusalén, la boda era un momento aparte. Era sentirse gentes, sentirse amados, sentirse unidos, sentirse hombres, y hombres amados de Dios porque les confiaba su amor y su cariño.
En la fiesta de bodas se entremezclaban los cantos, el baile, la comida y también el vino, que no era propiamente una bebida de placer, sino un alimento, propio de estos días.
La fiesta duraba 7 días poco más o menos, según el poder económico de las familias. Se hacía en el patio comunitario de varias familias, y podían participar propiamente todos los moradores del pueblecito.
El Evangelio de San Juan nos habla también de una boda, y comienza diciendo sencillamente: «Al tercer día, hubo una boda en Caná de Galilea… fue una boda muy especial… pues a ella estaba invitada María, la Madre de Jesús. Ella fue invitada a servir, a atender a los invitados, era una familia pobre, sencilla… y también asistió Jesús, que llegó acompañado de los primeros discípulos que fue eligiendo en el camino».
Ahí volvieron a encontrarse María y Jesús que ya tenía varias semanas de haber dejado el pobladito de Nazaret. Fue grande la alegría del encuentro, sobre todo para María que no sabía si permanecer en Nazaret, o seguir discretamente a su hijo por los caminos de Israel.
Los hombres estaban aparte, en pequeños grupos, entre los que destacaba el de Jesús, por su alegría y su cálida apertura. Las mujeres ocupaban los lugares cercanos al fogón, para atender las necesidades de los comensales.
Ocurrió que con esa intuición y esa mirada que sólo tienen las mujeres y las madres, María se dio cuenta de que los comensales eran mas de la cuenta y que el vino no iba a alcanzar para todos. Era un gran problema para los novios, pues por muchos años serían recordados como los pobretones que no habían atendido adecuadamente a sus invitados que venían de lejos al festejo.
Por eso María, sin querer ser notada, se acerca discretamente a Jesús, y al oído le dice: «Hijo, estos pobres muchachos ya no tienen vino».
No pidió nada, no exigió nada. Sólo fue una sugerencia. Cristo lo entendió así. Y después de un momento que pareció de rechazo o de reproche, Jesús, no por motivos humanos, no por salvar anecdóticamente la honra de los novios, sino para comenzar a manifestar su gloria, se decide a atender a la invitación de María.
María, por su parte, sin entender totalmente la respuesta de su Hijo, pero con verdadera entereza, va con los novios y les dice: «Hagan lo que él les diga».
Bendita palabra de María. No volverá a pronunciar palabra en todo el Evangelio, pero con eso nos bastará para saber lo que María desea, y lo que María puede hacer. Es la palabra para todos los que quieren la paz, el amor, el consuelo, y es la manera definitiva de entrar a formar parte del Reino de Dios: Hacer la voluntad de Cristo el Hijo de Dios.
Los sirvientes se miran unos a otros extrañados de que Jesús les diga que llenen de agua las tinajas para las purificaciones de los invitados. Si ya están completos, ¿para qué más agua? Pero son sirvientes, y tienen que obedecer.
Cuando las tienen llenas, van con miedo de prestarse a una broma, al maestresala para que pruebe aquello. Y viene la sorpresa. Es vino excelente. Vino del bueno, y son seiscientos litros. Nadie da crédito a sus ojos y a su paladar. Sorpresa del maestresala, sorpresa de los sirvientes y ¡Sorpresa del novio, que no se daba cuenta de nada!
La fiesta transcurrió con una gran algarabía, dando gracias a Dios de tener tales invitados. Para Cristo fue un día de gloria. Hacía poco que había santificado las aguas en el Jordán, y ahora transformaba el agua en vino, que presagiaba el vino nuevo, el de la redención, el de la Nueva Alianza, el vino de su muerte y su resurrección.
Ayer había sido el Padre el que lo daba a conocer y lo respaldaba: «Este es mi Hijo Amado, en quien tengo todas mis complacencias». Hoy era María la que lo presentaba y animaba a que mostrara ya delante de los hombres la misión a la que había sido enviado: a anticipar el Banquete de las bodas del Cordero. «El Reino de Dios es, dirá San Marcos, es como un rey que preparó un festín de bodas para su Hijo».
Ayer Cristo se humilló en el Jordán realizando un verdadero gesto de penitencia, y hoy en Caná deja ver su gloria, en un hermoso juego de luz que se vela y desvela, y sabe compartir y colaborar a la alegría humana en un banquete de bodas.
Con el bautismo en el Jordán, Jesús comienza su vida pública. En Caná, Jesús comienza sus milagros y sus signos eficaces para la salvación de todos los hombres. Los mismos discípulos comenzaron a creer en Jesús desde ese día.