Homilía para la Eucaristía del domingo 18 de diciembre de 2016.
Paz y Bien a todos en estos días tan especiales.
ADVIENTO IV.
Isaías 7,10-14: se propone una señal desconcertante: la doncella dará a luz un niño con un nombre misterioso: Emanuel. A la luz del Nuevo Testamento es como adquiere pleno sentido este texto. Este niño es puro don de Dios.
Romanos 1,1-7: encabezamiento de la carta que contiene una profesión de fe: el evangelio de Pablo no es algo, sino “Alguien” = Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, por quien Dios justifica al que tiene fe.
Mateo 1,18-24: singular manera de presentar el evangelista el misterio de la Encarnación. Lo que María espera es obra de Dios, no del hombre, lo que supone una gran fe en María y en José.
1.- Ya estamos entrando en el núcleo del Misterio de Cristo. La Palabra nos muestra en todos los textos un aspecto importante: Dios entra en la humanidad para salvarla. Es importante subrayar esto hoy día. Tanto Isaías como Mateo hacen idéntica afirmación: Emanuel, es decir, Dios con nosotros. Lo que significa que en el misterio de la Encarnación que estamos comenzando a contemplar Dios está con nosotros, es decir, Dios llega al hombre.
El racionalismo, cosa curiosa, niega al hombre la capacidad de llegar a conocer a Dios. La respuesta la da Dios: El llega a nosotros, El se hace presente en medio de nosotros.
Uno de los acentos del mensaje cristiano es precisamente la Encarnación. Nosotros creemos en el misterio de la Encarnación, por eso creemos en las realidades de este mundo. Dios entra en la realidad de este mundo. Y esta es una Buena Noticia, ya que El viene a ser salvación para todos los creen en El.
2.- Llama la atención que en este Misterio aparece claramente que todo es puro don de Dios. Es decir, gratuitamente Dios llega al hombre. Esto lo da a entender el modo misterioso y enigmático de la llegada del Salvador. Sin concurso de varón, de una madre virgen. Es Dios quien toma la iniciativa, no el hombre. Es Dios quien decide salvar al hombre. Como dice san Juan en su carta: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que envió a su Hijo único al mundo para que tuviéramos vida por El. Y el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y envió a su Hijo…”(1Juan 4,9-10). Ningún don de Dios responde a iniciativas ni méritos humanos. Todo es gracia.
3.- El misterio que queremos celebrar, y que se manifestará en Navidad, es la entrada del Señor, del Rey de la gloria. Esto alienta en nosotros la esperanza de salvación. En Jesús descubrimos al que nos inspira una fe firme. El es nuestro Hermano, que viene a compartirlo todo con nosotros los humanos. El es el Emanuel, porque en su Persona Dios está presente entre nosotros. Sí es importante tener en cuenta lo siguiente: Dios, en Cristo, entra a este mundo, pero no se mundaniza, sino que viene a salvarlo, a liberarlo de la corrupción. Porque el mundo está corrupto, infectado de maldad. Dios se mete entre nosotros porque nos ama.
Esto nos está indicando cuál ha de ser la dinámica del cristiano, de la iglesia: meterse en el mundo, pero no mundanizarse, es decir, no contaminarse con este mundo. Es lo que más nos advierte el Papa Francisco en sus discursos. La mundanidad es el agujero negro que se devora una auténtica vida cristiana. “Existe siempre el peligro, también para los hombres de Iglesia, de ceder a lo que llamo, retomando una expresión de De Lubac, la ‘mundanidad espiritual’: ceder al espíritu del mundo, que lleva a actuar para la propia realización y no para la gloria de Dios, a esa especie de ‘burguesía del espíritu y de la vida’ que empuja a acomodarse, a buscar una vida cómoda y tranquila”.
4.- Todos esperamos salvación. Como María, todos debemos ser una señal de salvación para este mundo enfermo, carente de fe.
La Iglesia debe seguir dando a luz a Jesús, debe seguir haciendo presente al Señor en medio de esta sociedad que no quiere saber nada de Cristo. Debemos seguir proclamando con todas nuestras fuerzas que Dios ha llegado y quiere estar con nosotros. El mundo no quiere a Dios, pero Dios quiere al mundo.
Dios se hace presente en la Eucaristía y nos envía a proclamar esta gran verdad: Dios se hace presente. Usted, yo, no estamos solos.
Hno. Pastor Salvo Beas.
Párroco de San Miguel.