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Homilía para la Eucaristía del Domingo 04 de diciembre de 2016.

DOMINGO II DE ADVIENTO.

Isaías 11,1-10: con lenguaje florido se despide el tiempo mesiánico. Del tronco seco brota un retoño penetrado del Espíritu de Dios, que es germen de vida. De allí que será un rey justo, lleno del Espíritu, que traerá un tiempo nuevo, paradisíaco.

Romanos 15,4-9: así como Cristo acogía a todos sin distinción, del mismo modo los cristianos deben ser unidos y acogedores. Jesús ofrece a judíos y gentiles la salvación.

Mateo 3,1-12: aparece la figura de Juan Bautista que anuncia la cercanía del Reino de Dios, es decir, el juicio de Dios que viene a seleccionar, separar lo bueno de lo malo. Por eso, hay que convertirse.

1.- Un paso más en el Adviento, en el que aparecen dos personajes: el Espíritu Santo y Juan el Bautista.

Una de las características del tiempo mesiánico es la presencia del Espíritu de Dios, que es vida, que es fecundidad. Por la historia de Israel se sabe que la dinastía de David estaba exhausta; existía una sequía, una esterilidad en el cumplimiento de la Alianza. Reinaba la infidelidad con todas sus consecuencias. Por eso se promete un retoño pleno del Espíritu de Dios, quien vendrá a recrear el Paraíso perdido, con todo lo que podemos nosotros añorar de este paraíso. De hecho el hombre siempre ha soñado con un paraíso aquí en la tierra. Tanto regímenes de derecha como de izquierda proponen la utopía del paraíso, lo mismo filósofos como teólogos.

2.- Mas la realidad del mundo está lejos de ser paradisíaca. Al contrario, las tensiones y enemistades hacen de este mundo un infierno. Hoy reina no un sueño del paraíso, sino la pesadilla del infierno. Es que cuando el hombre pretende ser Dios se convierte en un lobo para el hombre. Aunque parezca extraño, muchos pretenden imponer el paraíso en este mundo por medio de la fuerza, las armas, la descalificación. En nuestro barrio se lee un grafiti que dice: “Paz para los pueblos, pero lucha de clases”. Y de este error se pretende hacer un lema, una consigna de lucha política.

Nosotros los cristianos también tenemos el sueño, la Utopía del Reino de Dios, en el que florecerá la justicia y abundará la paz; en el que el pobre, el débil serán los privilegiados. Soñar no cuesta nada. Pero, ¡Ay de la humanidad que no sueña! ¡Ay de los cristianos que no sueñan! Sólo los soñadores, como Francisco de Asís, lograron lo que otros no hicieron. Sin sueños, sin utopías, el mundo, la humanidad, la Iglesia serían estériles, secos, sin vida. Por eso, que venga tu Reino, cargado del Espíritu de Dios.

3.- El otro personaje es la figura enjuta de Juan el Bautista, que clama en el desierto, allí donde no hay vida. Nos hace un llamado a la conversión. Es cierto que el llamado del Bautista es más bien de corte negativo. Hay que cambiar porque ya llega el juicio de Dios, se talará lo estéril. Sin embargo señala la presencia de Aquel que trae el Espíritu, la vida.

Nosotros no podemos renunciar a esta utopía, de allí la Esperanza. Pero no podemos pretender creer que el paraíso se va a realizar en este mundo. No, por algo es utopía. No es de este mundo, pero afecta a este mundo. De allí el aporte de nuestra Fe y Esperanza: la vivencia de la Caridad.

4.- Jesús se identifica con el sueño de Dios, El es el Reino y trae el Reino. Por eso El a nadie excluyó; al contrario, a todos acogió.

La cultura del mundo, del No-reino, es la exclusión, el descarte, de la descalificación. Y eso no lo quiere el Señor. Dios acoge a todos y quiere que todos se salven, que la paz y el bien sea para todos. JUn signo de esto puede ser la Teletón, el “abrazo de Chile”. Pero no sólo la Teletón; la vida cristiana, la Eucaristía, todo lo que hagamos tiene que estar movido, motivado por el Reino de Dios. La razón de ser de la Iglesia, de lo que somos y hacemos los cristianos es el Reino, no hay otra razón. Y esto hay que afirmarlo siempre.

El Adviento pretende esto: que tratemos de hacer realidad este sueño, que sea una realidad en que el lobo y el cordero, el leopardo y el cabrito se recuesten juntos. En nuestro interior se tumban un lobo y un cordero. ¿Quién podrá realizar este sueño? Cada uno de nosotros, si en realidad nos convertimos y dejamos entrar al Señor que siempre está viniendo.

Hermano Pastor Salvo Beas.

Parroquia de San Miguel.