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EDD. lunes 28 de noviembre de 2016.

Lunes de la primera semana de Adviento.

http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20161125

Libro de Isaías 4,2-6.
Aquél día, el germen del Señor será la hermosura y la gloria de los sobrevivientes de Israel, y el fruto del país será su orgullo y su ornato.
Entonces, el resto de Sión, los sobrevivientes de Jerusalén, serán llamados santos: todos ellos estarán inscritos para la vida, en Jerusalén.
Cuando el Señor lave la suciedad de las hijas de Sión y limpie a Jerusalén de la sangre derramada en ella, con el soplo abrasador del juicio,
él creará sobre toda la extensión del monte Sión y en su asamblea, una nube de humo durante el día, y la claridad de un fuego llameante durante la noche. Porque la gloria del Señor, en lo más alto de todo, será un reparo
y una choza, para dar sombra contra el calor durante el día, y servir de abrigo y refugio contra la tempestad y la lluvia.
Salmo 122(121),1-2.3-4a.4b-5.6-7.8-9.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén, que fuiste construida
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.
Auguren la paz a Jerusalén:
“¡Vivan seguros los que te aman!
¡Haya paz en tus muros
y seguridad en tus palacios!”.
Por amor a mis hermanos y amigos,
diré: “La paz esté contigo”.
Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,
buscaré tu felicidad.
Evangelio según San Mateo 8,5-11.
Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole»:
«Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente».
Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo».
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: ‘Ve’, él va, y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, él lo hace».
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos».

Comentario del Evangelio por Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense. Tercer sermón para el Adviento, 2; SC 166, pag. 123.
 

“Un centurión del ejército romano se le acercó suplicándole…” (Mt 8,5).

      ¡O verdadero Israel, estate preparado para salir al encuentro del Señor! No sólo estate a punto para abrirle cuando llame a la puerta sin sal alegremente a su encuentro mientras esté todavía lejos, y con plena confianza ante el día del juicio, pide de todo corazón que venga su reino…. Que tu boca pueda cantar: “Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme” (Sal 56,8)….
¡Y tu Señor, ven a mi encuentro, yo que te voy buscando! Porque, a pesar de todos mis esfuerzos no me podré levantar hasta ti si tú no te inclinas, me tiendes tu derecha ya que es obra de tus manos. (cf Job 14,15) Sal a mi encuentro y ve que no hay impiedad en mí. Y si encuentras en mí un camino de maldad que yo desconozco, apártalo de mí y ten misericordia de mí, condúceme por el camino eterno,(cf Sal 138,24) es decir, Cristo, ya que él es el camino por donde llegar a la eternidad, sendero inmaculado y morada de los santos.