EDD. viernes 04 de noviembre de 2016
Viernes de la trigésima primera semana del tiempo ordinario.
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20161103
Carta de San Pablo a los Filipenses 3,17-21.4,1.
Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado.
Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo.
Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra.
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo.
El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.
Salmo 122(121),1-2.3-4a.4b-5.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén, que fuiste construida
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.
Evangelio según San Lucas 16,1-8.
Jesús decía a sus discípulos:
«Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
Lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto’.
El administrador pensó entonces: ‘¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!’.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’.
‘Veinte barriles de aceite’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez’.
Después preguntó a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. ‘Cuatrocientos quintales de trigo’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y anota trescientos’.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.»
Comentario del Evangelio por Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia. Manuscrito autobiográfico B, 4rº
El buen uso de las riquezas.
¡Oh Jesús! Sé que el amor sólo con amor se paga. Por eso, he buscado, he hallado el modo de desahogar mi corazón devolviéndote amor por amor. “Emplead las riquezas que hacen al hombre injusto en granjearos amigos que os reciban en las moradas eternas.”(Lc 16,9) Este es, Señor, el consejo que das a tus discípulos después de haberles dicho que “los hijos de las tinieblas son más sagaces en sus negocios que los hijos de la luz.” Hija de la luz, comprendí que mis deseos de serlo todo, de abrazar todas las vocaciones, eran las riquezas que podrían hacerme injusta. Por eso las he empleado en granjearme amigos… Acordándome de la súplica de Eliseo a su Padre Elías, cuando se atrevió a pedirle su “doble espíritu” (2R 2,9), me presenté ante los ángeles y los santos, y les dije: “Soy la más pequeña de las criaturas. Conozco mi miseria y mi debilidad. Pero sé también cuánto gustan los corazones nobles y generosos de hacer el bien. Os suplico, pues, oh, bienaventurados moradores del cielo, os suplico que me adoptéis por hija. Sólo vuestra será la gloria que me hagáis adquirir, pero dignaos escuchar mi súplica. Es temeraria, lo sé; sin embargo, me atrevo a pediros que me obtengáis: vuestro doble amor”.
Carta de San Pablo a los Filipenses 3,17-21.4,1.
Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado.
Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo.
Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra.
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo.
El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.
Salmo 122(121),1-2.3-4a.4b-5.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la Casa del Señor!»
Nuestros pies ya están pisando
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén, que fuiste construida
como ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí suben las tribus,
las tribus del Señor.
Porque allí está el trono de la justicia,
el trono de la casa de David.
Evangelio según San Lucas 16,1-8.
Jesús decía a sus discípulos:
«Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
Lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto’.
El administrador pensó entonces: ‘¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!’.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’.
‘Veinte barriles de aceite’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez’.
Después preguntó a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. ‘Cuatrocientos quintales de trigo’, le respondió. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y anota trescientos’.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.»
Comentario del Evangelio por Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la Iglesia. Manuscrito autobiográfico B, 4rº
El buen uso de las riquezas.
¡Oh Jesús! Sé que el amor sólo con amor se paga. Por eso, he buscado, he hallado el modo de desahogar mi corazón devolviéndote amor por amor. “Emplead las riquezas que hacen al hombre injusto en granjearos amigos que os reciban en las moradas eternas.”(Lc 16,9) Este es, Señor, el consejo que das a tus discípulos después de haberles dicho que “los hijos de las tinieblas son más sagaces en sus negocios que los hijos de la luz.” Hija de la luz, comprendí que mis deseos de serlo todo, de abrazar todas las vocaciones, eran las riquezas que podrían hacerme injusta. Por eso las he empleado en granjearme amigos… Acordándome de la súplica de Eliseo a su Padre Elías, cuando se atrevió a pedirle su “doble espíritu” (2R 2,9), me presenté ante los ángeles y los santos, y les dije: “Soy la más pequeña de las criaturas. Conozco mi miseria y mi debilidad. Pero sé también cuánto gustan los corazones nobles y generosos de hacer el bien. Os suplico, pues, oh, bienaventurados moradores del cielo, os suplico que me adoptéis por hija. Sólo vuestra será la gloria que me hagáis adquirir, pero dignaos escuchar mi súplica. Es temeraria, lo sé; sin embargo, me atrevo a pediros que me obtengáis: vuestro doble amor”.