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Homilía para la Eucaristía del Domingo 16 de octubre de 2016

Paz y Bien para todos. Y no olviden rogar por los cristianos de Irán, Irak y Siria que son cruelmente eliminados. Un abrazo. Hno. Pastor.

DOMINGO XXIX.

Exodo 17, 8-13: Israel marcha a través del desierto. Allí sufre muchas pruebas, pero allí experimenta la asistencia del Señor, incluso al enfrentar a los amalecitas. Moisés ora sin parar.

Lucas 18,1-8: Una nueva enseñanza de Jesús: es necesario orar con insistencia, constancia.

1.- Vuelve el Señor a enseñar sobre la oración. El acento está en cómo debe ser la oración de un discípulo del Reino. Por medio de la parábola nos está indicando algunas cosas. ¿Quién pide? Una viuda, que viene a ser la personificación del desamparado, ya que no tiene quién le defienda. El otro personaje, un juez inicuo, carente de piedad. A él pide justicia la viuda y le gana por cansancio. Esta parábola se refiere en particular a la oración de los que piden justicia. Si el domingo pasado los leprosos pedían sanación, aquí lo que se pide es justicia, es decir, pide salvación. Petición que se debe hacer con constancia, sin desanimarse.

El discípulo tiene que ser perseverante en la oración, y para perseverar es necesario tener fe. Porque, cuando el Señor vuelva ¿encontrará fe?

2.- Me dice mucho el salmo 120, que es el responsorial de este domingo. El israelita, peregrino al Templo, levanta los ojos a las montañas. Los antiguos colocaban sus divinidades, sus dioses, en las alturas. De allí no le vendrá la ayuda. El peregrino sabe de dónde le vendrá la ayuda, del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Sólo Dios es el Guardián de su Pueblo, no las falsas divinidades, ni los poderosos de este mundo. Por eso es perseverante en lo que pide, ya que tiene fe en Dios, que hace justicia a sus elegidos, que claman a El día y noche.

Esto se aplica al Pueblo de Dios de todos los tiempos, a la Iglesia, esposa de Cristo, que está como la viuda, se siente acosada, desprotegida frente a sus adversarios.

Israel, peregrino a través del desierto, se sabe protegido por el Señor, al que Moisés ruega sin cesar. La Iglesia, peregrina por este mundo, también es atacada por el mundo. En este contexto la oración debe ser perseverante, sin desanimarse.. Sabemos que el Señor hará justicia con nosotros.

3.- Orar con fe, orar sin cesar. Hoy, cuando vivimos la cultura “Fast”, de lo rápido, queremos ser escuchados Ya, al instante. Y para ello buscamos intercesores que actúen rápido, sin hacerse esperar; aunque lo que pidamos no sea lo esencial, de todos modos lo queremos de una forma expedita (¡). ¿Hay fe en estas peticiones? ¿Hay constancia en la oración?

La pregunta de Jesús es válida y actual. Si El viene ahora ¿qué encontrará en sus discípulos? Tal vez una fe muy pobre. Nos inventamos divinidades, amuletos y fetiches para la buena suerte. ¿De dónde nos vendrá la ayuda?

4.- Con el salmista digamos: “La ayuda me viene del Señor”. Es que no hay otro que nos pueda proteger. Podríamos sacar las siguientes conclusiones de esta Palabra divina:

a) Sólo Dios es nuestra ayuda, en El debemos tener fe.

b) Aun cuando parezca que el mal es más fuerte pensemos: “El Señor es tu guardián, la sombra protectora”.

c) Tratemos de orar sin cesar, como nos lo aconseja san Pablo.

  Una vez más nos encontramos con el Señor. Sí El está con nosotros ¿quién podrá estar contra nosotros? No sin razón el saludo litúrgico es: Que el Señor esté con ustedes”. Y claro que lo está en esta Eucaristía.

                                       Hermano Pastor Salvo Beas.

                                          Párroco de San Miguel.