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Homilía para la Eucaristía del domingo 02 de octubre de 2016

DOMINGO XXVII.

Habacuc 1,2-3; 2,2-4: el profeta se queja ante Dios por la maldad y orgullo de las naciones paganas que hostigan al Pueblo de Dios. Dios hará justicia a su tiempo; mientras el justo vivirá por su fidelidad.

Lucas 12,3-10: el poder de la fe al perdonar.

1.- Hoy el Señor en su Palabra toca un tema que es esencial para un discípulo: la FE. Pero se trata de una fe tal que capacita al discípulo, al creyente, a hacer lo que de sí es imposible para los seres humanos. Si nos fijamos tanto en el profeta Habacuc como en el evangelio, el mensaje es el mismo.

Habacuc se queja de la insolencia y opresión de las naciones paganas contra el Pueblo de Dios. La situación se hace insostenible. ¿Por qué Dios permite esto? Pero la respuesta de Dios no se hace esperar: “el justo vivirá por su fidelidad”. Es un llamado a esperar con paciencia, ya que Dios hará justicia a su debido tiempo.

Jesús habla del perdón, del perdón permanente, es decir, se ha de perdonar siempre. Tarea difícil, por no decir imposible, ya que si perdonar una vez es difícil, más lo es el perdonar siempre. Como ya lo dije, es realizar de por sí una tarea difícil, imposible.

2.- Aquí entra en juego el rol de la fe. Ya se ha dicho en otra ocasión que Fe es sinónimo de firmeza, certeza, seguridad. De esta firmeza-seguridad brota la fidelidad. El que está seguro en Dios le es fiel, no falla, no varía. Sólo el creyente, el hombre de fe, sabe permanecer en la fidelidad, aun en situaciones difíciles y turbulentas. En medio de las dificultades por las que está pasando el Pueblo de Dios, sólo el que es fiel vivirá. El infiel es inseguro, tambalea, sucumbe. Por eso podemos comprender que lo que salva al hombre es la fe y no otra cosa. Las últimas palabras del texto de Habacuc son claras: “El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad”.

3.- No sólo Israel ha vivido situaciones turbulentas, también la Iglesia, también cada uno de nosotros. De modo que aquí cabe lo que nos enseña el Señor en el evangelio. Si es difícil perdonar siempre, como lo pide Jesús, para hacerlo se requiere tener fe, que es lo que nos capacita para realizar lo imposible. Basta que tengamos un poquito de fe auténtica, para poder perdonar siempre y de corazón al que nos ofende, al que nos hace daño. Entonces se entiende el ejemplo: se podrá trasladar un árbol al mar.

Hace rato, desde su nacimiento en Pentecostés, la Iglesia, los discípulos, tienen que sufrir toda clase de contradicciones. Persecuciones de parte del judaísmo, del imperio romano, de la cultura griega y de los diferentes poderes de turno. Hoy también los cristianos sufren terribles persecuciones, no sólo donde campea el estado islámico, sino también en los “civilizados” países de Europa y en sociedades “modernas”. ¿Por qué permite Dios todo esto? La respuesta la conocemos: “El justo vivirá por su fidelidad”.

4.- Se nos llama a ser fieles al Señor. Pero, al mismo tiempo, fieles como El es fiel. El Señor promete vida eterna al que es fiel, que todo lo espera del Señor. No esperamos un premio, no esperamos un salario, sino un regalo, una gracia. El Señor gratuitamente da la salvación a los que creen en El. El discípulo debe aprender a ser gratuito en su relación con Dios y con los hermanos.

Hoy gratuita y generosamente se nos invita al Banquete del Reino. Lo único que se nos pide es que tengamos fe, ya que por ella somos justificados, somos “abuenados”.  Si Dios es así con nosotros, ¿cómo debemos ser nosotros con El y con los demás? Saquemos consecuencias y vivamos la fe.

                                                                           Hermano Pastor Salvo Beas.