(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado sobre la “desolación espiritual” en la homilía de este martes en la misa celebrada en Santa Marta, centrándose en la figura de Job. De este modo, el Santo Padre ha subrayado la importancia del silencio y de la oración para vencer los momentos de oscuridad. Además, en la ocasión de la memoria de San Vicente de Paul, Francisco ha ofrecido la misa por las hermanas vicentinas, las Hijas de la Caridad, que prestan servicio en Santa Marta.
“Job tenía problemas: había perdido todo”. Así, el Santo Padre ha desarrollado su homilía en relación con la Primera Lectura del día, que muestra a Job despojado de todo, incluso de sus hijos. Si siente perdido pero no maldice al Señor.
Tal y como ha precisado Francisco, Job vive una “desolación espiritual” y se desahoga delante de Dios. Es el deshago de un “hijo delante del padre”. Así lo hace también el profeta Jeremías que se deshaga con el Señor, pero nunca blasfeman.
En esta línea, el Pontífice ha explicado que “la desolación espiritual es algo que sucede a todos” y lo ha definido como “un estado del alma oscuro, sin esperanza, sospechoso, sin ganas de vivir, sin ver el final del túnel, con muchas agitaciones en el corazón y también en las ideas”. La desolación espiritual –ha añadido– nos hace sentir como si nosotros tuviéramos el alma aplastada: no logra, no logra, y también quiere vivir: ¡Mejor es la muerte! El Papa ha explicado que este es el desahogo de Job: “mejor morir que vivir así”. De este modo, el consejo que da Francisco es “entender cuándo nuestro espíritu está en este estado de tristeza ampliada, que casi no hay aliento”. Entender –ha añadido– qué sucede en nuestro corazón. Y esta es la pregunta que “tenemos que hacernos”: qué hay que hacer cuando vivimos estos momentos oscuros, por una tragedia familiar, una enfermedad, algo que me desanima.
Al respecto, el Santo Padre ha observado que algunos piensan en “tomar una pastilla para dormir” y alejarse “de los hechos”, o “tomar dos, tres, cuatros vasos”. Esto –ha advertido– no ayuda.
Y así ha explicado que la liturgia de hoy “nos hace ver qué hacer con esta desolación espiritual, cuando estamos tibios, desanimados, sin esperanza”. Es necesario rezar –ha dicho el Papa– rezar fuerte, como ha dicho Job: gritar día y noche hasta que Dios tienda su oído.
“Es una oración de llamar a la puerta, pero con fuerza”, ha exclamado. También ha precisado que el libro de Job habla del silencio de los amigos. Delante de una persona que sufre, ha subrayado el Papa, “las palabras pueden hacer daño”. Lo que cuenta es estar cerca, hacer sentir la cercanía, “pero no hacer discursos”.
Al respecto, Francisco ha indicado que “cuando una persona sufre, cuando una persona está en la desolación espiritual, se debe hablar lo menos posible y se debe ayudar con el silencio, la cercanía, las caricias, su oración delante del Padre”.
Primero, “en reconocer en nosotros los momentos de desolación espiritual, cuando estamos en la oscuridad, sin esperanza, y preguntarnos por qué”. Segundo, “en rezar al Señor como hoy la liturgia con este Salmo 87 nos enseña a rezar, en el momento de la oscuridad”. Y tercero “cuando yo me acerco a una persona que sufre, sea por enfermedad, de cualquier sufrimiento, pero que está precisamente en la desolación, silencio; pero silencio con mucho amor, cercanía, caricias. Y no hacer discursos que al final no ayudan y, también hacen daño”.
Para concluir la homilía, el Santo Padre ha invitado a rezar al Señor para que no dé tres gracias: la gracia de reconocer la desolación espiritual, la gracia de rezar cuando estemos sometidos a este estado de desolación espiritual y la gracia de saber acompañar a las personas que sufren momentos feos de tristeza y de desolación espiritual.
Texto de Radio Vaticano adaptado y traducido por ZENIT