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Homilía para la Eucaristía del Domingo 25 de Septiembre de 2016.

DOMINGO XXVI.

Día de oración por Chile.

 

Amós 6,1.4-7: sentencia contra la falsa seguridad de los acaudalados que olvidan a los que sufren.

Lucas 16,19-31: Parábola del hombre rico y el pobre Lázaro; se nos enseña cómo se debe vivir con los bienes. Cuál debe ser la actitud de un verdadero creyente: escuchar la Palabra.

1.- En el contexto del Mes de la  Patria, en el Día de oración por Chile, la Palabra de Dios nos sale al paso. Es interesante cómo el profeta Amós critica el estilo de vida de los aburguesados. Y he aquí, hermanos, un tema importante para nuestra vivencia de la fe, un tema siempre actual: el aburguesamiento. Es decir, ese sentirse bien, satisfecho, una autosatisfacción. Es caer en una actitud narcisista. Según la mitología griega, Narciso se miró en el agua, se complació y enamoró de sí mismo; entonces se tiró al agua y se ahogó. El aburguesado se complace en sí mismo y trata de gozarla a toda costa. Esta actitud trae consigo el endurecimiento del corazón, sólo piensa en sí mismo, sin importarle el resto. Es lo que retrata Amós y también la parábola. Alguno podría deducir de aquí que ser rico es sinónimo de malo. No es esa la lección. El rico de la parábola se condena porque “banqueteaba solo”. Y esto es un retrato del “Anti Reino”, lo contrario a lo que Dios quiere. El Reino es un Banquete, es decir, un compartir, en el que todos caben y todos son invitados, incluso los pobres, los menesterosos.

2.- Al final de la parábola hay una frase muy decidora: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán” o convertirán. Cuando la gente tiene el corazón endurecido nada les convence, ni siquiera la Palabra de Dios, ni cualquier prodigio paranormal. Alguien me comentó una vez: aquí hace falta un terremoto grado 10 para que la gente se convierta. Le dije: ya tienen la Sagrada Escritura, eso basta. Hoy muchos buscan lo extraordinario, pero siguen siendo lo mismo, no cambian, por su actitud narcisista. Aquí hay un fuerte llamado a la docilidad del corazón. Nadie puede bastarse a sí mismo, necesitamos de Dios.

3.- El narcisismo no es sólo personal, sino también colectivo. Grupos, naciones, empresas que por medio de “lobbies” buscan sólo sus propios intereses, sin importarles el sufrimiento de los demás. Nada les conmueve. Noticias que hemos visto; la ayuda humanitaria destruida por motivos egoístas. Empresas que se han coludido sin importarle la pobreza de la gente. La actitud de algunos que en un fin de semana gastan lo que sirve a toda una familia. Esto no lo quiere Dios, esto no le agrada.

Incluso el corazón está tan endurecido que los llamados que hace el Señor por medio de las distintas iglesias no los escuchan. El 20 recién pasado se reunieron en Asís, la ciudad de san Francisco, hombres y mujeres de religiones diferentes junto al Papa Francisco para orar y comprometerse por la paz. Ellos mismos dicen en el Llamado que hacen: “que no se quede sin escuchar el grito de dolor de tantos inocente”. Yo agregaría: de tantos Lázaros y Lázaras, postrados en nuestras ciudades, que no tienen quién les tienda una mano.

Lo que pasa en el mundo sucede también en nuestro micro- mundo llamado: Chile…Viña, Pastor…póngale el nombre que usted quiera.

4.- La Palabra es clara e interpelante. ¿Qué debemos hacer? Dejemos de lado el aburguesamiento, el derroche, la vida plana y chata. Dejemos de pensar en nosotros mismos y pensemos en los demás. Cambiemos de narcisistas a solidarios. Entonces sí podremos estar en el Banquete del Reino, en la Eucaristía. Por algo la Eucaristía es Comunión, es solidaridad, es amor fraterno. Entonces sí que podremos decir con el salmo:“¡Alaba al Señor, alma mía!” ¿Por qué? Porque hace justicia, abre los ojos al ciego, protege a los extranjeros, sustenta al huérfano y a la viuda. Entonces sí que podremos rogar por Chile, para que sea un país de hermanos, un país en el que todos caben, un país abierto a los vecinos. Esto nos pide el Señor. Respondámosle.

Hermano Pastor Salvo Beas.

Párroco de San Miguel.