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Homilía para la Eucaristía del domingo 14 de agosto de 2016

Paz y Bien a todos ustedes. Que el Señor los siga bendiciendo. Su hermano y servidor. Pastor.

DOMINGO XX.

Jeremías 38,3-6.8-10: los padecimientos de Jeremías. La pasión de Jeremías no es más que imagen del justo perseguido por su fidelidad al Mensaje de Dios.

Hebreos 12, 1-4: exhortación a la perseverancia en la salvación. La fe es probada; Cristo es el que inicia y perfecciona nuestra fe.

Lucas 12,49-53: expresiones duras y desconcertantes de Jesús que podrían malentenderse. Con ellas Jesús está dando a entender cuál es su misión: implantar el Reinado de Dios.

1.- Varias veces se ha dicho que Jesús ha venido a este mundo para hacer presente y efectivo el Reino de Dios aquí en la tierra. Y el Reino de Dios es un reinado de paz, de amor y de reconciliación. ¿Por qué, entonces, esas palabras que suenan a violencia? No es la única vez que se usa la imagen del fuego para indicar la purificación. Fuego = juicio para arrancar toda maldad presente en el mundo. Así como el agricultor quema el campo para limpiar y sembrar. No falta el que mal interprete estas palabras y se apoye en ellas para justificar la violencia. Pero no se trata de eso. No es el Mensaje de Jesús como el mensaje del Estado islámico. No pretende el Señor patrocinar la lucha de clases. No, de ninguna manera. Para entablar el juicio purificatorio El mismo tiene que recibir un bautismo purificatorio: su Pasión. Porque por su Pasión-Muerte y Resurrección Jesús se sumerge (=Bautismo) en la Voluntad del Padre. Y vivir sumergido en la Voluntad del Padre es vivir en el Reino de Dios, es dejar que El reine en el mundo, en nosotros mismos. Lo único que purifica y perfecciona es vivir la Voluntad del Padre Dios. A eso vino Jesús, a enseñarnos a vivir sumergidos en la Voluntad del Padre.

2.- Jesús vino para implantar el Reinado de Dios. Pero este Reino no se hace presente sin que se produzcan divisiones y enfrentamientos dolorosos por causa del seguimiento de Jesús. Jesús no pretende la división, pero su presencia y mensaje es juicio = separación, pone en evidencia la presencia del reinado del mal, del pecado, que es muerte. Por eso es necesario optar por El, opción que trae sus consecuencias. Y la principal consecuencia es la división, la persecución y el hostigamiento. Jesús no sólo denunció la presencia del mal, sino propuso una nueva forma de vida de acuerdo a lo que Dios quiere. La propuesta de Jesús, aunque es la Buena Nueva del Reino, sin embargo incomoda, molesta, desinstala.

3.- Hoy día sucede lo mismo. Todo aquel que opte por Jesús, que quiera vivir el Proyecto del Reino, tendrá que sufrir el rechazo y la oposición de los de fuera y de los propios parientes. Y esto se vive a diario y en todas partes. Existe el rechazo y la división porque no se mezclan el Bien y el mal, el amor y el odio, la solidaridad con el egoísmo, la justicia con la injusticia, la paz con la violencia. Este es un hecho paradójico: cuando se quiere introducir la paz, siempre hay conflictos con los enemigos de la paz.

Lo sucedido con Jeremías también sucedió con Jesús y también sucede con los cristianos. Somos perseguidos y calumniados. ¿Dónde? En todas partes, porque en todas partes hay muchos coludidos; no sólo en las farmacias y en otras empresas, sino también en las grandes agencias noticiosas, que usan sus medios para mentir y calumniar. Ellos viven el refrán: miente, miente, que algo queda.

4.- Pero no estamos solos; “estamos rodeados de una verdadera nube de testigos”. Por eso, fijemos la mirada en Jesús, que es la causa de nuestra fe, en El creemos. El es la razón de ser de nuestra vida, por El somos purificados, ya que con El y por El fuimos bautizados, es decir, sumergidos en la Voluntad de su Padre, en su Reino.

La comunión es eso, comulgar con Jesús, con El queremos vivir y reinar. Con El queremos trabajar, implantar el Reinado de Dios. Con El queremos sufrir para reinar con El. Con El queremos morir para resucitar con El. No nos asustemos. “Piensen en Aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores y así no se dejarán abatir por el desaliento”. Bien podemos todos como comunidad de creyentes decir: “Señor, ven pronto a socorrerme”. Y el Señor lo hará.

                                                                            Hermano Pastor Salvo Beas.

                                                                                Párroco de San Miguel.