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Homilía para la Eucaristía del Domingo 03 de Julio de 2016

Paz y Bien para todos ustedes. Un abrazo fraterno. Hno. Pastor.

DOMINGO XIV.

Isaías 66,10-14: Alegre vaticinio con un lenguaje poético con el cual el Profeta anuncia la llegada de la salvación para Israel.

Lucas 10,1-12.17-20: Misión de los 72 discípulos a todo el mundo. Se les da consignas concretas de cómo deben ir por el mundo. Con la proclamación del Reino comienza la derrota del poder del mal.

1.-  Cuando en el mundo reina el mal entonces reina la tristeza, el dolor, la calamidad, la muerte. Israel vivió este clima de dolor y muerte. Es entonces cuando el profeta anuncia al pueblo la alegre noticia: “Yo los consolaré a ustedes”; y la comparación es hermosa: “como un hombre es consolado por su madre”. No es la única vez que el Señor promete consuelo a su pueblo. Es que Dios es un Dios que salva, que restaura, porque es bueno. Por eso, al enviarnos a su Hijo se inicia la evangelización, es decir, ha llegado el momento de proclamar la Buena Noticia: Dios viene a salvar, viene a liberar al hombre de la situación de esclavitud en la que se encuentra. Por eso Jesús envía a sus discípulos a proclamar que el Reino de Dios está cerca, está llegando. El Reino significa salvación; el cumplir la Voluntad de Dios siempre trae bienestar, salvación.

2.- Los discípulos, de entonces y de ahora, tienen que proclamar el Reino de Dios. ¿Dónde? En el mundo, es decir, allí donde Dios no es tenido en cuenta, donde su reinado es sistemáticamente rechazado. Esto no nos debe extrañar; por algo dice el Señor que El nos envía como a ovejas en medio de lobos. Lo que está dando a entender que siempre habrá rechazo al reinado de Dios.

Por esta razón los discípulos han de proclamar el Reino de palabra, de obra y con un estilo de vida coherente con lo que se proclama. Proclamar el Reino de palabra significa con un mensaje de paz-armonía con Dios, los hermanos y el mundo. De obra, es decir, sanando enfermos, haciendo el bien. Con un estilo de vida, es decir, no apegados al dinero, a las cosas; un estilo de vida que haga creíble el Reino de Dios. Porque hoy no es creíble el evangelio. Y no lo es porque hemos reducido el Mensaje de Jesús a una simple religión, sin ninguna implicancia en la vida concreta.

Llama la atención que en occidente ha ganado terreno el Islamismo y otras religiones con desmedro del cristianismo, porque la oferta de aquella religiones es atrayente; ofrecen un estilo de vida diferente ya que el cristianismo no les dice nada.

3.-  El desafío que tenemos los cristianos es grande. Debemos hacer creíble el evangelio de Jesús. Hacerlo creíble en medio de una sociedad sedienta de placer, poder y poseer a cualquier precio.

Cuando hacemos presente el Reino con nuestra vida el reino del mal comienza a desaparecer. Cuando se enciende la luz las tiniebla desaparecen. Por algo Mateo, citando a Isaías, dice: “El pueblo que habitaba en las tinieblas vio una gran luz”  (Isaías 9,1). Porque hemos de admitir que vivimos tiempos de oscuridad. No sólo existe un apagón cultural, sino también un apagón moral, valórico. Una vida mediocre, farandulezca.

Se dice que vivimos en la llamada “cultura líquida”, en la que nada es estable, todo es desechable. Lo importante es “Vivir por vivir”, como lo expresara muy bien una película de los años sesenta. Ahí estamos, inmersos como corderos en medio de lobos, como pollos en corral ajeno.

4.- En este ambiente debemos hacer realidad el Reino. “Vivan como hijos de la luz” nos dice san Pablo en Efesios 5,8. Tal vez nosotros bien podríamos hacer nuestro, como un Programa de vida, lo que expresa la oración atribuida a san Francisco: “Haz de mí un instrumento…” ¿Instrumento de qué? De paz, de amor, de unión, de luz, sin buscarnos a nosotros mismos. Sólo así haremos creíble el Reino, sólo así podemos decir con el salmo responsorial: “Vengan a ver las obras del Señor, las cosas admirables que hizo por los hombres”. Entonces sí que el Reino de Dios es buena noticia, porque somos creadores de algo nuevo.

En la Eucaristía se realiza por anticipado algo nuevo, ya que aquí está el Reino de Dios presente. Con El seremos capaces de ser Instrumentos del Reino, constructores de algo mejor. Celebremos con fe.

                                                      Hermano Pastor Salvo Beas.

                                          Párroco de San Miguel.