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EDD. Miércoles 08 de junio de 2016.

Miércoles de la décima semana del tiempo ordinario.
 
http://evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=readings&localdate=20160607
 
Primer Libro de los Reyes 18,20-39.
Ajab mandó buscar a todos los israelitas y reunió a los profetas sobre el monte Carmelo.
Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo van a andar rengueando de las dos piernas? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal, síganlo a él». Pero el pueblo no le respondió ni una palabra.
Luego Elías dijo al pueblo: «Como profeta del Señor, he quedado yo solo, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta.
Traigamos dos novillos; que ellos se elijan uno, que lo despedacen y lo pongan sobre la leña, pero sin prender fuego. Yo haré lo mismo con el otro novillo: lo pondré sobre la leña y tampoco prenderé fuego.
Ustedes invocarán el nombre de su dios y yo invocaré el nombre del Señor: el dios que responda enviando fuego, ese es Dios». Todo el pueblo respondió diciendo: «¡Está bien!».
Elías dijo a los profetas de Baal: «Elíjanse un novillo y prepárenlo ustedes primero, ya que son los más numerosos; luego invoquen el nombre de su dios, pero no prendan fuego».
Ellos tomaron el novillo que se les había dado, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «¡Respóndenos, Baal!». Pero no se oyó ninguna voz ni nadie que respondiera. Mientras tanto, danzaban junto al altar que habían hecho.
Al mediodía, Elías empezó a burlarse de ellos, diciendo: «¡Griten bien fuerte, porque es un dios! Pero estará ocupado, o ausente, o se habrá ido de viaje. A lo mejor está dormido y se despierta».
Ellos gritaron a voz en cuello y, según su costumbre, se hacían incisiones con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre.
Y una vez pasado el mediodía, se entregaron al delirio profético hasta la hora en que se ofrece la oblación. Pero no se oyó ninguna voz, ni hubo nadie que respondiera o prestara atención.
Entonces Elías dijo a todo el pueblo: «¡Acérquense a mí!». Todo el pueblo se acercó a él, y él restauró el altar del Señor que había sido demolido:
tomó doce piedras, conforme al número de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dirigido su palabra, diciéndole: «Te llamarás Israel»,
y con esas piedras erigió un altar al nombre del Señor. Alrededor del altar hizo una zanja, como un surco para dos medidas de semilla.
Luego dispuso la leña, despedazó el novillo y lo colocó sobre la leña.
Después dijo: «Llenen de agua cuatro cántaros y derrámenla sobre el holocausto y sobre la leña». Así lo hicieron. El añadió: «Otra vez». Lo hicieron por segunda vez, y él insistió: «Una vez más». Lo hicieron por tercera vez.
El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua.
A la hora en que se ofrece la oblación, el profeta Elías se adelantó y dijo: «¡Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel! Que hoy se sepa que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu servidor y que por orden tuya hice todas estas cosas.
Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que eres tú el que les ha cambiado el corazón».
Entonces cayó el fuego del Señor: Abrazó el holocausto, la leña, las piedras y la tierra, y secó el agua de la zanja.
Al ver esto, todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y dijo: «¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!».
 
Salmo 16(15),1-2a.4.5.8.11.
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»
Multiplican sus ídolos y corren tras ellos,
pero yo no les ofreceré libaciones de sangre,
ni mis labios pronunciarán sus nombres.
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.
 
Evangelio según San Mateo 5,17-19.
Jesús dijo a sus discípulos:
«No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
 
Comentario del Evangelio por  San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia. Tratado sobre los salmos, 149.
 
 
«No he venido a abolir, sino a dar plenitud».
 
Hermanos «cantemos al Señor un cántico nuevo» (salmo 149,1). Al viejo hombre, el viejo cántico; al hombre nuevo, un cántico nuevo. Antigua alianza, antiguo cántico; nueva alianza, nuevo cántico. Las promesas de la antigua alianza son, sobre todo, del orden temporal y terrestre. Los que quedan todavía atados a las cosas de la tierra cantan aún el cántico antiguo; para cantar el cántico nuevo es preciso amar los bienes eternos. Este amor es, a la vez, nuevo y eterno; siempre nuevo porque no envejece jamás.
Pero, bien pensado, es antiguo este amor, ¿cómo, pues, será nuevo? Hermanos míos, ¿la vida eterna nació ayer? La vida eterna, es decir, Cristo, en tanto que Dios, no nació ayer. Porque «en el principio era el Verbo… y el Verbo era Dios; en el principio estaba junto a Dios. Todo ha sido hecho por él; sin él nada se ha hecho» (Jn 1,1s). Si es él quien ha hecho las cosas antiguas ¿qué es él sino eterno, coeterno con el Padre? Somos nosotros que por el pecado hemos caído en el envejecimiento… El hombre ha envejecido a causa de su pecado; es por la gracia de Dios que ha sido renovado. Todos los que son así renovados en Cristo, esos tales cantan un cántico nuevo, porque empiezan ya a establecerse en la vida eterna.