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Homilía para la Eucaristía de la Vigilia de Pentecostés.

Homilía para la Eucaristía de la Vigilia de Pentecostés.
Génesis 11,1-9: La autosuficiencia del hombre produce la confusión y el caos.
Ezequiel 37,1-14: profecía de la restauración de Israel. El pecado es muerte anticipada, ya que es huida de Dios, que es la Fuente de la vida. Dios con su Soplo todo lo recrea.
Juan 7,37-39: en el contexto de una fiesta en la que se llevaba agua al Templo Jesús se presenta como la Fuente de agua y el que hace brotar el agua en el que crea en El.
1.- Esta fiesta es tan importante que la liturgia dedica dos Eucaristía distintas para celebrar este Misterio. En esta Misa de la Vigilia se destaca la necesidad de Dios en la existencia del ser humano.
La autosuficiencia siempre ha sido dañina para el ser humano. La maldad del hombre no está en querer construir una torre, sino en querer suplantar a Dios, prescindir de Dios, querer ser Dios.
En muchos pasajes de la Escritura aparece esta misma idea. Así, por ejemplo, en Jeremías 2,13 se lee: “Me abandonaron a Mí, la Fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua”. Darle la espalda al Señor siempre será pernicioso.
¿Acaso hoy día no sucede lo mismo que dice el Génesis? El progreso económico y técnico ha llevado a la humanidad a prescindir de Dios, ha llevado a la humanidad a la autosuficiencia. Ya no necesita de Dios. La técnica no necesita de la ética. Resultado: el caos, el relativismo moral. Nuestra sociedad se ha convertido en una verdadera torre de Babel.
2.- Sólo Dios, con su Espíritu, puede restaurar, regenerarlo todo. La situación de Israel descrita en Ezequiel es una situación de muerte. La intervención de Dios es la que regenera todo, lo recrea todo. La historia de Israel es la historia de la humanidad, de la persona que prescinde de Dios. Es el típico abandono de la Fuente de agua viva.
El agua es signo de vida, del Espíritu de Dios. El es quien engendra vida. Claramente lo dice el salmo responsorial: Señor, envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra. Necesitamos este Espíritu de Dios.
3.- Muchas veces nos quejamos de que andamos mal, que hay aridez en nuestra vida interior. Nos invade una pereza interior, estamos desganados. Creo que esto es señal, síntoma de una sed interior. El hombre siempre ha tenido sed de Dios, sed de infinito.
Hoy el Señor nos hace una invitación: “el que tenga sed venga a Mí, y beba el que cree en Mí”. En el vocabulario de san Juan hay dos expresiones que son muy elocuentes y están indicando la importancia de la fe. Estas expresiones son: beber – comer. Hoy nos dice: beba el que cree en Mí. En el capítulo 6 del evangelio dice: “quien me come vivirá por Mí”. Comer – beber = dejar entrar en nuestra vida. Quien admite en su vida a Jesús está admitiendo a la Fuente de la vida y El es quien hace brotar en nosotros esta agua.
4.- Hoy se nos ofrece esta agua, que es el Espíritu de Dios, como lo sugiere el mismo evangelio. Al aceptar a Jesús estamos ingiriendo vida ya que estamos realizando un acto de fe. El secreto está, entonces, en aceptar por la fe al Señor. La fe es la única actitud válida que puede tener el hombre frente a Dios. La fe es contraria a la autosuficiencia y soberbia. Fe es humildad y obediencia ante Dios. “Quien me come vivirá por Mí”. “Beba el que cree en Mí”. Hagamos realidad todo esto en esta Eucaristía, en la que se nos da generosamente el Espíritu de Dios.
Hermano Pastor Salvo Beas.