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Homilía para la Eucaristía del Domingo 08 de mayo de 2016

Feliz día del Catequista. Un cordial abrazo a todos los que de una manera u otra trabajan en la catequesis. Todo padre o madre de familia debe ser catequista o educador de la fe de sus hijos.
SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.
Hechos 1,1.11: en el misterio de la Ascensión se distinguen dos aspectos: uno, la culminación de una etapa. Dos, el inicio de otra. Todo el ministerio de Jesús es presentado por Lucas como una ascensión: de Galilea a Jerusalén y de Jerusalén al cielo (Primera etapa). Y se inicia la misión de la Iglesia (Segunda etapa). Se manifiesta el triunfo universal de Cristo.
Efesios 1,17-23: es parte de un himno de alabanza a Dios. Dios despliega su poder resucitando y exaltando a su Hijo. El Apóstol pide que sus lectores conozcan el misterio de Cristo, el cual, exaltado por encima de todo poder, es ahora Cabeza de la Iglesia y Plenitud de todo.
Lucas 24,46-53: Lucas insiste que lo sucedido con Jesús responde a las Escrituras, es decir, está en el Plan de Dios. Les promete el Espíritu Santo.
1.-El misterio de la Ascensión contiene muchos aspectos. El que más llama la atención es que la Ascensión de Cristo es PLENITUD de todo. Efectivamente, en El hay plenitud de vida, plenitud de poder y dominio sobre el mundo, sobre toda potestad humana, plenitud sobre la Iglesia. ¿Qué sentido puede tener todo esto? Cuando Pablo dice que Cristo es Cabeza de la Iglesia, usa un lenguaje de la época. Entonces se enseñaba que de la cabeza dependía la nutrición del cuerpo, su desarrollo y la disposición de todo el cuerpo. En otro escrito se aplica a Cristo la imagen de la “Piedra angular” (Hechos 4,11). Es decir, con diferentes imágenes se quiere afirmar que Cristo es: el Único, lo Máximo, el Absoluto. El es quien da consistencia y plenitud a todo. Sin El nada es pleno, nada tiene su razón de ser.
2.- Si la cabeza es la fuente de energía y vitalidad para el cuerpo, Cristo lo es para su Cuerpo, que es la Iglesia. Cristo y la Iglesia son un solo Cuerpo; no se puede decapitar a la Iglesia. Y se la decapita cuando el creyente o la comunidad pretenden vivir al margen de Cristo. Se decapita a la Iglesia cuando los cristianos, la comunidad entera, prefieren seguir sus propios criterios y no los de Cristo. Un cuerpo decapitado es un cadáver. Una Iglesia sin Cristo apesta, está muerta. Un cristiano sin Cristo también apesta. Así como Pablo en la carta a los Filipenses se queja de aquellos cristianos que viven a su aire, que sólo piensan en cosas terrenas, los llama “Enemigos de la cruz de Cristo” (cfr. Filipenses 3,18-19).
3.- Creer y celebrar la Ascensión es creer en Cristo, que es Plenitud de todo. Pablo, al descubrir a Cristo, todo lo pospuso y para él Cristo pasó a ser la razón de ser de su vida: “para mí el vivir es Cristo” (Filipenses 1,21). Y si él pudo ser un celoso apóstol lo fue por su conexión vital con El: “Cristo vive en mí” (Gálatas 2,20), lo que equivaldría a decir: estoy grávido de Cristo.
La Iglesia, los Apóstoles, tuvieron que esperar la venida del Espíritu para comenzar lo que a ellos corresponde, la segunda etapa: anunciar el Mensaje de Jesús a todos, no a algunos.
La Iglesia, el apóstol, necesita tener la unión y presencia vital de Cristo. De lo contrario sería una iglesia muerta, decorada con mucha religión, pero sin vida de fe.
El Señor nos quiere testigos, no artesanos de la religión. Y esta unión vital es la que promete Jesús: “Recibirán la Fuerza del Espíritu Santo…y serán mis testigos en Jerusalén (punto de partida del evangelio), en Judea (en el sur), Samaria (en el norte), y hasta los confines de la tierra”: Roma (corazón del Imperio), y en todo el mundo.
4.- Hoy este misterio nos recuerda, pues, dos cosas: que Cristo es Plenitud, lo Máximo, la vida para los creyentes; que con El podemos ser sus testigos, estemos donde estemos. Misión que entrega el Señor a todos, no a algunos; no a los clérigos, sino a la Iglesia, Pueblo santo de Dios.
Todo tiene realidad hoy aquí. Porque en la comunión somos con Él Cuerpo de Cristo; aquí somos vitaminizados para ser sus testigos en todos los ambientes. Celebremos, hermanos.
Hermano Pastor Salvo Beas.