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Homilía para la Eucaristía del domingo 24 de abril de 2016.

DOMINGO QUINTO DE PASCUA.
Hechos 14, 21-27: Pablo y Bernabé no sólo proclaman la Palabra, sino también organizan la comunidad de los creyentes estableciendo presbíteros.
Apocalipsis 21,1-5: visión de algo nuevo: cielo nuevo, tierra nueva, Jerusalén nueva. Es que en el Reino todo es nuevo.
Juan 13,31-35: discurso de despedida de Jesús. Es en este momento decisivo de su vida cuando Jesús crea una situación nueva, la nueva presencia invisible por el Amor.
1.- Es interesante comprobar cómo en la medida que seguimos celebrando al Señor resucitado se nos van presentando distintos tópicos de este Misterio de fe. Hoy se nos da a entender uno de los alcances que tiene el creer en el Resucitado: la transformación de todo.
Porque a esto viene el Señor. Así aparece en diversos textos del Nuevo Testamento.
Vivimos inmersos en una realidad que da pena; una realidad corrupta, violenta, descreída y autosuficiente. Esto a muy pocos agrada. Frente a esta realidad asoman los sueños del hombre, los sueños de Dios. Y la sagrada Escritura utiliza distintos nombres para mostrar este “sueño de Dios”, que es también el “sueño del hombre”. Hoy nos habla de un “cielo nuevo y una tierra nueva”. No es la primera vez que aparece esta expresión en la Biblia. Esta “tierra nueva” tiene una geografía muy especial, ya que no existe el mar. Al no haber Mar se nos está diciendo que hay una ausencia total de toda maldad.
Hay otras expresiones en la Biblia que reflejan el mismo sueño del hombre. En el Antiguo Testamento se habla de “Tierra Prometida”, en la que mana leche y miel. Pero esta Tierra Prometida no es un lugar geográfico, sino una nueva situación. También se nos habla del “Reino de Dios” el que, según expresión del mismo Jesús, no está aquí ni allí ( cfr. Lucas 17,21). Entonces, si no está en ninguna parte, ¿es real? ¿Existe el Reino de Dios, el cielo nuevo, la Tierra Prometida?
¿Es verdad todo esto? ¿Y la resurrección es verdad o es un puro cuento?
2.- Creo legítimo plantearse todo esto, ya que la realidad negativa que vivimos nos nubla la vista y nos impide ver más allá de lo que aparece. Por eso soñamos con algo mejor. Pero, ¡cuidado! Nos podemos equivocar. Israel creyó estar en la Tierra Prometida al conquistar un determinado territorio. Hoy día los países, incluido el nuestro, creen lograr el bienestar cambiando leyes, constituciones, etc. Y eso no basta. Se debe crear algo nuevo, crear situaciones nuevas, hombres nuevos. Ya que, por ejemplo, en una tierra no-prometida impera el ídolo, la tiranía, generando súbditos, esclavos, injusticias, pobreza y desigualdad. Y eso no lo quiere Dios. En cambio en una situación de Tierra Prometida o de Reino de Dios todo es nuevo: Dios es Padre, nosotros hijos-hermanos, reina la justicia. Lejos estamos de esto. ¿Por qué?
3.- Porque no hemos hecho nuestra, no hemos internalizado la verdad del Resucitado. Jesús al resucitar crea una situación nueva; con su resurrección El quiere transformarlo todo. Es cierto que todavía coexisten el Bien y el Mal en todas sus formas. Pero la Palabra hoy nos hace esperar algo nuevo, definitivo, la victoria definitiva sobre el mal. ¿Qué hacer, entonces? El Señor nos deja una tarea: la vivencia concreta del Amor diferente, que es capaz de generar nuevas y mejores relaciones humanas. La única forma de hacer presente al Señor resucitado es a través de la vivencia del Amor. Es lo único que hace creíble el mensaje de Jesús y hace real su presencia entre nosotros. Alguno dirá: ¿y la Eucaristía? Mire, una Eucaristía sin amor no sirve, no vale, es un mero rito.
En la medida que cada uno de nosotros se empeña en hacer vida el mandamiento del Señor está haciendo en su interior un cielo nuevo y una tierra nueva, en la que impera el amor, la justicia, la fraternidad.
4.- La Apóstoles organizaron las comunidades cristianas. Cada comunidad cristiana (sea cual sea) debe ser un reflejo del Sueño de Dios. Una comunidad en la que ninguno es padre, sino todos hermanos; ninguno es jefe, sino todos servidores los unos de los otros. La Eucaristía es y debe ser esta comunidad del Reino, en donde todo es nuevo porque nos reúne el Señor resucitado. Todo es nuevo: hombres nuevos, regidos por el Mandamiento nuevo. Este es el desafío que tenemos todos los que creemos en el Señor resucitado. Realicémoslo.
Hermano Pastor Salvo Beas.