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Homilía para la Eucaristía del Domingo 06 de Marzo de 2016.

 
A todos deseo un buen fin de semana y que el Señor los colme de bendiciones. Hno. Pastor.
DOMINGO IV DE CUARESMA.
 
Josué 4,19; 5,10-12: se inicia una nueva etapa: Israel entra en la Tierra Prometida. Termina el nomadismo y comienza la vida sedentaria. Poseer la Tierra Prometida significa: -cumplimiento de la Promesa de Dios; -presagia y simboliza la entrada en la patria definitiva (cfr. Mateo 5,4).
 
2Corintios 5,17-21: la obra de Cristo se describe como una reconciliación entre los enemistados: Dios y el hombre. Reconciliación es el arreglo entre partes enemistadas. Pero Pablo transforma la idea de reconciliación: el ofendido (Dios) busca al ofensor (humanidad) y ofrece una reparación inaudita: su propio Hijo.
 
Lucas 15,1-3.11-32: la parábola no es más que una justificación del por qué Jesús come y trata con los pecadores. Cabe destacar:  – la conversión, al reconocer la propia realidad, se vuelve al Padre. -Dios colma de bienes al que regresa. –Se manifiesta la misericordia de Dios que a todos ama y salva.
 
 
1.- Si hubiera que resumir el mensaje de la Palabra de Dios de hoy se podría decir: Reconciliación. En el Antiguo Testamento hay una reconciliación provisional: Josué celebra la Alianza-Pascua al entrar en la Tierra Prometida. Sabemos que no puede haber Alianza sin reconciliación. Y el Señor precisamente quiere hacer Alianza permanente, eterna, con toda la humanidad. Y para esto encontramos pasos previos: a) toma la iniciativa de formarse un pueblo con Abraham, b) de salvarlo de la esclavitud con Moisés y c) de darle una Tierra Prometida con Josué. Pero todo esto es provisorio, no lo definitivo. La Tierra Prometida es la meta de la peregrinación, es el resultado de la Reconciliación. Rota la reconciliación se pierde la Tierra Prometida: situación de exilio, de destierro.
 
2.- San Pablo nos habla de la verdadera reconciliación. Es Jesús quien realiza la verdadera reconciliación. Es el servicio que realiza Jesús. Pero lo novedoso es que el iniciador y autor de esta reconciliación es Dios, no el hombre, ya que Dios amó primero. Y llega al colmo de identificar a su Hijo con el pecado a fin de nosotros alcanzáramos el don divino que hace justo a los hombres. Todo proviene de Dios, autor de toda reconciliación. Y Jesús, que es “el Rostro de la misericordia” nos muestra en las parábolas de qué manera nos reconcilia Dios. En primer lugar, Jesús con su actitud de juntarse con pecadores y comer con ellos nos muestra cómo es Dios con nosotros.
 
3.- En la parábola del Hijo pródigo nos revela el inmenso y gratuito amor del Padre misericordioso para todos sus hijos, especialmente con los que se alejan.
 
La parábola es la plastificación de la reconciliación que el Padre realiza con nosotros. Si reconciliación es el arreglo entre partes enemistadas, en este caso es Dios quien toma la iniciativa de arreglar, componer lo separado. Si nos fijamos en algunos detalles, al que regresa (el convertido): el Padre lo perdona y recibe como hijo, lo viste con la mejor ropa, le pone anillo en la mano y sandalias en los pies, signos del hombre libre y digno, que recupera la dignidad perdida.
 
De esta manera el evangelio nos da a conocer cuál es la misión de Jesús y que también la tiene la Iglesia: anunciar a todos la reconciliación.
 
4.- Al celebrar la Eucaristía hacemos memoria de Aquel que no conoció el pecado, pero que Dios lo identificó con el pecado a favor nuestro. Gracias a Jesús también nosotros podemos recapacitar y volver a la Casa paterna, ya que El nos da seguridad de que seremos recibidos con amor, reconciliados plenamente por El y en El. No tengamos miedo de volver al Señor.
 
“Gusten y vean que bueno es el Señor”. Esto cantaban los primeros cristianos al celebrar la Eucaristía. Hoy hacemos nuestras estas palabras, porque en verdad el Señor ha sido bueno con todos nosotros. Y no sólo hoy, sino cada día de este tiempo de misericordia.
 
Hoy día, con la Fuerza del Espíritu, el Señor nos pone el traje nuevo, sandalias nuevas y prepara un banquete, del que podemos participar porque somos sus hijos amados.
 
 
Hermano Pastor Salvo Beas.